13/12/2022 | Actualidad > AsiaView

Para Himali Singh Soin

Por Menene Gras Balaguer, directora de Cultura y Exposiciones de Casa Asia

El mundo se constituye con el lenguaje y a partir del decir del lenguaje. El último proyecto de la Fundación TBA21 en el Museo Thyssen reúne dos trabajos de la artista Himali Singh Soin (1987), We are opposite like that, iniciado en 2017 y aún no concluido, y As grand as What (2018-2021). Ambos en el mismo espacio expositivo, que se puede recorrer a modo de lectura como las páginas de un libro, en el orden secuencial que se prefiera, se complementan perfectamente gracias al montaje que se ha concebido para unirlos en un solo lugar.

A pesar de nacer en la India y residir gran parte de su vida en este país al que viaja reiteradamente, vive principalmente en Londres. Pero lo que ella hace tiene que ver más con la memoria de viajes reales e imaginarios al Ártico y a la Antártida, y a la cordillera del Himalaya, que con la vida urbana de la ciudad. El lugar, su lugar de elección, para un alma errante que busca unirse al universo son no obstante los paisajes más blancos de la tierra.  Paisajes del hielo que ella habita y se convierten en sueños. Aquellos que ella nombra y renombra como los tres polos, los dos primeros situados en los extremos del globo terrestre y el tercero en el centro, donde el Himalaya se revela como el ombligo del mundo atravesando Bután, India, China, Nepal y Pakistán. Allí donde nacen ríos y lagos desde los cinco mil hasta los 8848 metros de altura, que alcanza la cima del Everest, la más alta del planeta. Allí donde podría encontrarse el origen del mundo y de todos los seres. Allí donde tres millones de deidades despiertan y nada es más sagrado que el fuego contra el viento deseando tener un cuerpo, de noche, al otro lado del río, siguiendo sus pasos en Ancestors of the Blue Moon.

¿Qué sucede en estos lugares donde se conocen las temperaturas más bajas del mundo y donde la falta de oxígenos es causa de muerte para quienes optan por desafiar las condiciones atmosféricas de un sistema montañoso que la artista simula habitar, paseando envuelta en una manta isotérmica? En este escenario natural, la artista nos propone una visita sin principio ni fin, para introducirnos en la quietud de pasajes en los que la luz no se altera, como si debiéramos entrar en un limbo donde hacemos el aprendizaje para comprender lo que nos quiere decir. La manta isotérmica que lleva puesta y con la que se cubre la cabeza para protegerse del frío hace las veces de capa refulgente y casi de espejo en el que se dobla el entorno. No obstante, el uso que ella hace de este accesorio imprescindible contradice aquel para el que se fabrica, al invertir la cara que debe estar en contacto con la piel, para mantener la temperatura corporal, ya que el lado plateado es el que protege del frío evitando la hipotermia; y recíprocamente el lado dorado, del calor extremo. Ella se cubre con la manta de salvamento dejando que la cara plateada quede fuera, en el exterior, a pesar de las bajas temperaturas que insinúan las cumbres heladas. Prefiere dejar que la radiación solar se proyecte sobre la fina superficie reflectante del material que la abriga, de manera que la luz natural rebote encima, como si se tratara de una figura que repele la intemperie.

Ella aparece sola sobre un paisaje blanco contra el fondo azul de un día soleado y frío, recogiendo las palabras extraviadas que encuentra dentro de sí misma y fuera, en las capas de hielo fosilizadas o en los glaciares menguantes debido al cambio climático. Ella llena sacos con las palabras que encuentra y los transporta como el sherpa que sube a las montañas cargando con los bultos de escaladores a los que sirve de guía. Todo existe en virtud del lenguaje. Lo que no se dice no accede a la condición de ser. La palabra es una unidad de tiempo con la que se da forma al mundo. Ella las necesita, porque son las herramientas con las que puede derribar el silencio de los glaciares. Decir es hacer aparecer algo que antes no existía. Cada palabra es una imagen y cada imagen una palabra. Siempre en construcción. Lo sabe y lo manifiesta. Basta escucharla o leerla. Ella escribe. Ella piensa. Ella es el sujeto del habla que actúa como el poeta-chamán, cuyas habilidades le permiten creer en sus capacidades adivinatorias y comunicarse con los espíritus.

No se puede pasar por alto el nombre que recibió al nacer, Himali, que deriva de Himalaya, y que a su vez es una palabra que procede del sánscrito. El equivalente de hima es nieve; y de alaya, morada. Ella advierte que su madre estaba embarazada cuando su padre, Mandip Singhj Soin, subió a una de las cumbres nunca exploradas antes, y al regreso de la expedición el acontecimiento vivido la unió para siempre a la cordillera. De alguna manera, con el nombre se asoció deliberadamente su pertenencia a un paisaje único, como a una especie de milagro que anticipaba su destino. Los antecedentes de su defensa de la naturaleza y la reivindicación del sentido universal del tiempo, como si no hubiera ni antes ni después, semejante a un océano sin horizonte, parecen encontrarse en hechos como este. De la vida a la muerte de todos los seres humanos y sobrehumanos nada trasciende excepto la contemplación sensible de la inmensidad del tiempo, sin excluir para ella los rituales que nos devuelven a nuestra condición primigenia de la que nos hemos separado.

Cuando ella proclama EVERY MOUNTAIN IS ME AND YOU ARE EVERY MOUNTAIN, las palabras que articula en esta frase, como el verso de un poema, nos recuerdan que estamos atados a este origen que al que somos devueltos en la muerte, y del que se nos advierte que no debemos alejarnos. Pero recíprocamente también alude a lo que nos ata entre yo y tú, nosotros y ellos, la vida y la muerte. Ese sería a su vez el sentido sagrado de la montaña, más allá de ser la morada de los dioses y el equivalente del sentido religioso o mágico que se puede atribuir a la montaña desde el hinduismo o el budismo. De ahí que la cima del Kailash, en el Tibet, no se haya pisado nunca, a pesar de la multitud de peregrinos que anualmente acuden para rodear el cerro, concebido como el centro del Mandala del mundo para hinduistas y budistas. Su nombre en sánscrito significa cristal, mientras que la traducción tibetana del término es preciosa joya de nieve, paraíso y último destino de las almas, de la que nacen cuatro de los ríos más largos de Asia como el Indo o el Ganges.

Ella, Himali, se representa como el nómada que explora un territorio adverso para su descubrimiento y reconocimiento, intentando derribar el muro silente que se interpone entre ella y yo, entre el yo y el nosotros, sin especificar la condición humana, animal o fósil de este nosotros. Su invitación al viaje no se puede rechazar, aunque no sepamos a dónde quiere llevarnos. La expedición empieza con la palabra; el antes, el durante y el después se dan cita en la escritura, dando forma al tiempo. En diarios de viaje, notas varias, apuntes para no olvidar ideas, sensaciones ni pensamientos. Ella expresa que la palabra es su herramienta favorita en la reveladora entrevista que mantiene con Keshav Anand, el 3 de julio de 2020, tras recibir en 2019 el Frieze Artist Award por We are opposite like that, trabajo en construcción (2017-2022), que le impulsa a decir: En el centro de mi trabajo está la palabra, y la ingenua insistencia en que las palabras pueden hacer más, pueden dar lugar a futuros en los que no seamos opuestos, sino extensiones, adiciones, aleaciones, integraciones alquímicas y unificaciones inconexas. Insisten en el magnetismo entre el misterio que somos para nosotros mismos y el asombro que nos causan los que son diferentes a nosotros, como criaturas que practican diferentes modelos de estar juntos. A esto agrega sus preferencias por una escritura libre, en desorden, no sometida a reglas y que acepta la arbitrariedad tanto como las turbulencias que van aparejadas a sensaciones o emociones dispersas, ligeras o profundas. La misma libertad concede al lector al que no quiere imponer un sentido de la lectura ni una normativa para su interpretación.

Concluyo que es una palabra rizoma, que crece como las raíces de un árbol mordiendo la tierra en busca de agua y de alimento para el tronco, las ramas y las hojas. Y a la vez es una palabra que estimula el eco en la música del alemán percusionista, compositor y compañero David Soin Tapesser (Bonn, 1987), autor de todos los audios e intérprete de todos los movimientos que ella hace. Él es quien consigue intensificar el volumen de la palabra que narra, haciendo que ésta misma sea una palabra sonora que se escucha a sí misma y nos llama para que a su vez la escuchemos. La integración es completa y responde a la concentración de música, palabra e imagen como un solo fluido que estira el relato hasta que desaparecen el principio y el fin. Cuando esto sucede nos pide que recordemos el futuro, teniendo en cuenta que el tiempo para ella se despliega en una dirección tal vez opuesta a la que estamos acostumbrados a ver.

En un programa radiofónico de la BBC Radio 4, con el título Daughters of Snow, la artista ostenta su formación literaria y une su nombre al de Mary Shelley (1797-1851) y a Victor Frankenstein, el creador del monstruo humano más popular de la historia, preguntándose qué influencia han podido tener los narradores occidentales en la visión que tenemos del Ártico. La experiencia del viaje es única, aunque solemos apoyarnos en aquellos referentes que nos permiten compartir lo que percibimos y sentimos en nuestros descubrimientos. Himali habla de Mary Shelley y de su novela haciendo clara alusión al viaje narrado por R. Walton en las cuatro cartas que éste escribe a su hermana la señora Saville, empezando en San Petersburgo antes de embarcarse rumbo al polo norte. Las cuatro cartas son un prólogo de la novela, donde el que escribe se anticipa a los acontecimientos, con los presagios que trae el viento sobre la belleza del reino del hielo y de la desolación, Walton se refiere a su expedición como la realización de un sueño para el que se ha preparado durante seis años acompañando a balleneros al Mar del Norte para fortalecer su resistencia a las bajas temperaturas del Polo.

Se queja después de la lentitud del tiempo atrapado entre el hielo, la niebla y la nieve, y de la soledad, pero confiesa que su resolución es firme y esto le permite aguantar. Es en la cuarta carta, mientras el barco inmóvil queda cercado por el hielo, cuando narra el suceso donde hace aparición a una media milla un trineo tirado por varios perros con una figura que parecía un hombre, pero de una altura gigantesca, que se alejaba hacia el norte. A la mañana siguiente, cuando sube a cubierta, Walton divisa otro trineo sobre un gran témpano. Sólo queda un perro vivo y un ser humano que se resiste a subir al barco pese a saber que de no hacerlo podría morir. Margaret, si hubieras visto a aquel hombre (…), tenía los miembros casi congelados y todo su cuerpo estaba espantosamente demacrado por el agotamiento y el dolor. Nunca había visto a un hombre en un estado tan deplorable. Intentamos llevarlo al camarote, pero en cuanto se le privó del aire puro, se desmayó.  Dos días después del rescate recuperó el habla y a modo de agradecimiento se identificó como Víctor Frankenstein y propuso contar su historia, que es la novela que escribe Mary Shelley a los dieciocho años, un frío verano suizo, a instancias de Lord Byron para no ceder al aburrimiento de los días grises y lluviosos. Himali evoca a su manera estos episodios una y otra vez en los que a su vez se apoya estableciendo conexiones con su propia experiencia del lugar y del tiempo en los tres polos, de los que ha oído tantos relatos y leído tantas historias como el mismo Walton de la novela de Shelley.

En ese punto la figura del padre reaparece en tanto que aventurero y explorador al que ella escucha y sigue teniendo presente con las historias que le ha oído contar, y que considera derivadas de la imaginación colonial. Himali intenta asociar el mundo del padre con la subalternidad a la que la lengua inglesa dio forma para quedarse, pese al 75 aniversario de la Independencia de la India que se celebra este año y a la convivencia de las dos lenguas oficiales, el hindi y el inglés, con 21 lenguas más, cooficiales. La artista ataca la lengua inglesa, en la que ella escribe y en la que se ha educado, como el instrumento de dominio de la India colonial que el Imperio británico dominó entre 1858 y 1947. En defensa de la identidad que le pertenece, y teniendo en cuenta el poder de la palabra para ella, hace uno de los giros que caracterizan su lenguaje escrito, en declaraciones como ésta: El futurismo Sudasiático quiere coger la lengua por los cuernos y escurrirla hasta que caigan sus síes y noes, sus todos y sus nadas, y tenderla luego a scera al sol ecuatorial en mitad del infinito.

Vista de la exposición

Sin dejar de utilizar todos los formatos, fotografía, video, textiles, la performance, el texto y la voz, la sonoridad de la palabra se funde con la voz y la música, narrando en una especie de monólogo lo que ella ve, lo que siente y lo que piensa. El suyo es un lenguaje que se asocia con lo mágico, y que proponiendo la práctica de ciertos rituales no escapa tampoco a una ritualidad difícil de aprehender cuando se trata del futuro o cuando inventa palabras como el subcontinentamiento, para referirse al sudeste asiático. El término no se puede elevar a concepto, ni logra definirse como tal, pero si por una parte parece hacer alusión a sus reflexiones sobre el futurismo en el sur del continente asiático; por otra, nombra una instalación sonora, Avanzar con paso leve, en la que la artista lee sus poemas, envueltos en sonidos que vienen de las calles de Delhi o de grabaciones realizadas durante sus expediciones al Ártico. La suya es una poesía seminal donde cada palabra se convierte en un contenedor de ideas que brotan sin cesar enredándose entre sí, sobre el tiempo, la naturaleza y el mundo. Saber mágico, mitos, ciencia y rituales contribuyen a la creación de la cosmología intempestiva de la artista, que sabiéndolo o no en algunos momentos se hace eco de lo que Arjun Appadurai llama geografías de la furia, al no obviar el pasado colonial ni la necesidad de recuperar el valor de los sueños ni el de aquellas utopías que nos permiten imaginar un futuro del pasado y un mundo mejor.


Himali Singh Soin, El tercer polo
Fundación TBA21
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Del 25 de octubre al 29 de enero de 2023

Comisaria: Soledad Gutiérrez


Artículo publicado en la revista M-Arte y Cultura Visual

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