Prosigue la escalada de tensiones militares en la península coreana. Corea del Norte llevó a cabo el 25 de mayo una segunda prueba nuclear y lanzó el mismo día y el siguiente varios misiles de corto alcance. Fue una sorpresa relativa pues Pyongyang ya había avisado el 25 de abril que preparaba un nuevo ensayo como muestra de rechazo a la condena de las NNUU tras la prueba balística realizada el 5 de abril. El Consejo de Seguridad de las NNUU aprobó, el 13 de junio, por unanimidad de sus quince miembros, entre ellos China y Rusia, la resolución 1874 que estableció más sanciones políticas y financieras al régimen norcoreano. Pero este reaccionó al día siguiente con dureza anunciando que continuaría enriqueciendo uranio en su reactor de Yongbyon para ir aumentando su arsenal e incluso no dudó con amenazar con un posible tercer ensayo nuclear y con el lanzamiento de más misiles balísticos con miras a poder alcanzar el territorio estadounidense (Alaska e islas Hawai)
Prosigue la escalada de tensiones militares en la península coreana. Corea del Norte llevó a cabo el 25 de mayo una segunda prueba nuclear y lanzó el mismo día y el siguiente varios misiles de corto alcance. Fue una sorpresa relativa pues Pyongyang ya había avisado el 25 de abril que preparaba un nuevo ensayo como muestra de rechazo a la condena de las NNUU tras la prueba balística realizada el 5 de abril. El Consejo de Seguridad de las NNUU aprobó, el 13 de junio, por unanimidad de sus quince miembros, entre ellos China y Rusia, la resolución 1874 que estableció más sanciones políticas y financieras al régimen norcoreano. Pero este reaccionó al día siguiente con dureza anunciando que continuaría enriqueciendo uranio en su reactor de Yongbyon para ir aumentando su arsenal e incluso no dudó con amenazar con un posible tercer ensayo nuclear y con el lanzamiento de más misiles balísticos con miras a poder alcanzar el territorio estadounidense (Alaska e islas Hawai).
Muy lejos quedan las esperanzas depositadas en su día en las negociaciones para la desnuclearización norcoreana impulsadas en el marco del Grupo de los 6 tras los acuerdos de 13 de febrero de 2007. Corea del Norte tomó la decisión unilateral de dar por finalizados aquellos acuerdos e incluso manifestó que nunca volverá a aceptar este marco de negociación multilateral. Su actitud lleva a preguntarnos si en los últimos dos años Pyongyang solo pretendía recibir compensaciones económicas y ganar tiempo mientras seguía secretamente su programa nuclear. Cabe recordar que en ningún caso permitió una comprobación directa y fehaciente de las declaraciones sobre su programa nuclear, ni siquiera tras lograr que los EEUU la borrasen de la lista de países que apoyaban el terrorismo internacional. Es evidente que mientras EEUU reclamaba la desnuclearización como condición previa para reconocer a Pyongyang, la estrategia norcoreana consistió en continuar su programa secreto para forzar más adelante unas negociaciones más favorables a sus intereses.
¿Que objetivos persigue Kim Jong-il con esta peligrosísima jugada?: En primer lugar, pretende situar Corea del Norte en el centro de la agenda internacional de los EEUU en un momento en que la crisis económica global y el conflicto de Afganistán y Pakistán constituyen las prioridades principales de la Administración Obama. En segundo lugar, quiere generar la cohesión militar interna para reforzar su liderazgo y legitimidad cuando está preparando la sucesión dinástica del régimen estalinista en favor de su hijo Kim Jong-su con los ojos puestos en el 2012, año en que prevé celebrar el centenario del nacimiento de Kim Il-sung; y sobre todo, quiere ser reconocido como un país ‘nuclear’ y poder negociar con una posición más ventajosa ‘directamente’ con los EEUU. Esto explica su interés en proseguir con los ensayos para demostrar ‘de facto’ sus capacidades nucleares y balísticas. Corea del Norte tiene bien presente los precedentes de India y Pakistán, países que tras realizar varios ensayos fueron más tarde reconocidos como potencias nucleares e incluso son hoy aliados o socios de los EEUU. Pakistán se convirtió en un aliado de Bush en la ‘guerra contra el terror’ tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Estados Unidos firmó con India en 2006 un Acuerdo de cooperación nuclear, ratificado por el Senado el 1 de octubre de 2008.
A Pyongyang poco le afectan unas sanciones internacionales que no suelen aplicarse de forma efectiva. Mucho menos le preocupa la situación de una población acostumbrada a sufrir una escasez extrema en la cobertura de sus necesidades básicas. Sus súbditos están controlados ideológicamente por la ‘doctrina Juche’ que persigue la autarquía económica y el autoabastecimiento del país. Tampoco teme una intervención militar de los EEUU y sus aliados ya que, a diferencia de Irak, el Norte sí tiene armas de destrucción masiva.
Los presidentes Barack Obama y Lee Myung-bak celebraron el 16 de junio en Washington una cumbre bilateral con un tema central: analizar la estrategia conjunta a seguir ante el desafío norcoreano. En el documento final de la cumbre ‘Joint vision for the Alliance of the United Status of America and the Republic of Korea’ se incluye, por primera vez en una declaración escrita, el compromiso de los EEUU de extender su paraguas nuclear en la península coreana. Ambos mandatarios reafirmaron en sus declaraciones en una conferencia de prensa conjunta que no se reconocerá a Corea del Norte un status de poder nuclear ni este país recibirá compensaciones mientras prosiga con su comportamiento contrario al Derecho Internacional e incumpla las resoluciones de las NNUU. Insistieron en la voluntad expresada por los miembros del Consejo de Seguridad, incluidos China y Rusia, en favor de la pronta reanudación de las negociaciones para lograr la desnuclearización norcoreana.
El mensaje estadounidense y surcoreano a Pyongyang es doble: a) rechazo de las ambiciones y amenazas norcoreanas y aplicación de las sanciones internacionales y b) disponibilidad a reanudar las negociaciones y normalizar las relaciones. Sin embargo, la reacción de los norcoreanos no se hizo esperar. Al día siguiente, acusaron a los EEUU y sus aliados de provocar una nueva escalada de tensión que puede amenazar gravemente la seguridad mundial.
Las estrategias de Barack Obama y de Lee Myung-bak contienen elementos de presión y sanción internacional pero también una voluntad de diálogo y de compromiso si Pyongyang muestra signos inequívocos de querer negociar seriamente su desnuclearización. La estrategia es clara pero su aplicación práctica plantea muchos interrogantes. Porque confiar y negociar con un país que viola sistemáticamente las reglas básicas del Derecho Internacional y que es impredecible en sus actuaciones y reacciones ya se ha demostrado ser algo harto complicado. Si las presiones internacionales fracasan y Corea del Norte no cambia su agresiva posición, solo quedará la vía de aislar, si es posible, aún más a Pyongyang. También será preciso controlar que no impulse o favorezca la proliferación nuclear en terceros países, como se cree que ya ocurrió con Siria. EEUU sigue con atención algunos recientes intercambios comerciales entre Corea del Norte y Myanmar. Se trata un país muy aislado internacionalmente pero muy rico en uranio y puede verse tentado a intentar proveerse de la tecnología necesaria para desarrollar un programa nuclear con fines militares.
No parece que Pyongyang vaya a renunciar voluntariamente a su programa nuclear. Ni es previsible que vuelva a corto plazo a la mesa de negociaciones, mientras la cuestión sucesoria de Kim Jong-il no esté plenamente resuelta. Por otro lado, hasta ahora ha quedado demostrado que las diversas sanciones impuestas por las NNUU a Corea del Norte no han sido efectivas y no lo serán sin no se cuenta con un compromiso político y sin reservas por parte de China. Tal vez China que es el principal socio político y comercial de Corea del Norte y en cierta medida Rusia, tienen la clave para presionar y conseguir que este país ermitaño se abra al mundo.
Jaume Giné Daví, profesor asociado del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona. Profesor asociado de la Facultad de Derecho de ESADE. Investigador asociado al IGADI
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