10/06/2024 | Actualidad > AsiaView
Ganador del Premio Joan Miró 2023 dotado con 50.000 euros, Tuan Andrew Nguyen (Saigón, 1976), en su octava edición ha estado recientemente en Barcelona presentando su última propuesta. Precedido de quienes lo recibieron antes que él, Olafur Eliasson (2007), Pipilotti Rist (2009), Mona Hatoum (2011), Roni Horn (2013), Ignasi Aballí (2015), Kader Attia (2017) y Nalini Malani (2019), hace así su primera exposición individual en España, Nuestros fantasmas viven en el futuro, recientemente inaugurada en la Fundación Joan Miró, dando a conocer su trabajo a partir del nudo que une arte y vida. Para él, la práctica artística es indisociable de la construcción del sentido de una obra, que recurre al formato escultórico o audiovisual indistintamente. Tuan es un artista que a la edad de tres años abandonó Vietnam recién acabada la guerra. Sus padres eran muy jóvenes y lo tuvieron a él, empezando una nueva vida fuera de un país en el que no podían seguir viviendo. La diáspora vietnamita fue una de las más cruentas inmediatamente después de terminar el histórico conflicto colonial con Francia, Japón y los EEUU.

Desde el inicio de la ocupación francesa de la Unión Indochina en 1870 hasta el fin de la guerra de Vietnam en 1975 transcurre un siglo de conflictos que no cesan para el colonizado. Los grandes imperios coloniales a finales de la II GM se vieron afectados con las sucesivas pérdidas que experimentaron en sus antiguos protectorados o colonias, al igual que posteriormente la llamada Guerra Fría prolongó los enfrentamientos entre las dos grandes potencias en territorios que las grandes potencias convirtieron en campo de batalla para frenar el avance del comunismo o a la inversa. La Indochina francesa fue dividida por los franceses en cinco provincias Laos, Camboya y las tres que actualmente forman parte de Vietnam, Tonkin al norte, Annam, en el centro, y Cochinchina al sur. El imperialismo colonial dibujó un nuevo mapa del mundo con la explotación de bienes y materias primas, el control de la población y la anexión de tierras, imponiendo a su vez una administración que garantizaba el sistema de dominación económica y política en su propio beneficio.

El eco de las bombas deja un rastro en todos aquellos que comparten el temor a lo que pueda suceder, antes de su estallido en cualquier lugar del mundo, donde aquellas se oyen. También en aquellos que escuchan a quienes narran este miedo a destrucción y muerte. La historia y el relato que nos hace el artista arrancan de una exploración personal que pone en contacto pasado y presente, el temor a un futuro impredecible y la esperanza en este mismo futuro, al igual que    el individuo y la comunidad, la historia y las istorias. Esta historia es la de la aún mal conocida guerra de Indochina, la expulsión de los japoneses al finalizar la II GM, la guerra de Indochina, el fin de la Indochina francesa seguida de la derrota de EEUU.  Y su istoria es la de una familia como muchas otras, que apenas terminada la guerra acabó primero en el campo de refugiados de Malasia, donde pasaron seis meses, aunque muchos con los que compartieron su estancia se quedaron hasta muchos años sin encontrar el modo de salir de allí con un contrato de trabajo o con un permiso especial. El campo de refugiados de Malasia no era el único en la época. Había más en Filipinas, Indonesia, Hong Kong o Tailandia. De Malasia, la familia pudo llegar a Norteamérica donde recibieron acogida en Oklahoma. Una región que Tuan recuerda como el centro de la América aborigen, refiriéndose probablemente a la tribu nativa Osage que reside en el estado de Oklahoma.

Según él, su vecindad le hizo menos extraño este nuevo mundo en el cual debía adaptarse para sobrevivir, como hicieron sus padres. Era muy pequeño, sus padres muy jóvenes, y él debía en primer lugar aprender inglés para acceder a su escolarización. Ellos no lo tuvieron tan fácil, porque no pudieron ver cumplidas sus aspiraciones. Él quería ser un ingeniero petrolero y ella arquitecta, pero no lo consiguieron. Había muchos asiáticos objeto de acogida que habían sido reubicados en la misma zona y que compartían el mismo trauma del desplazado y de la pérdida.  El realizador Martin Scorsese en Killers of the Flower Moon (2023) centra su interés en los Osage, teniendo en cuenta la historia de una comunidad que ha sufrido varios desplazamientos en el pasado y que casualmente se enriqueció con el petróleo encontrado en Oklahoma, a la par que las nuevas generaciones ingresaron en la universidad  convirtiéndose en los profesionales que han dado un giro a los acontecimientos, tal como acusa la película donde se ponen de manifiesto las amenazas recibidas por los Osage durante más de medio siglo.

Mis orígenes son muy humildes recuerda Tuan remontándose hasta los tres años de edad y a la decisión de sus padres de arriesgarse abandonando el país en busca de un futuro mejor en la difícil posguerra para una generación marcada por el hambre, la pobreza y la confusión de una tragedia creada por las guerras coloniales, de las que siempre es víctima la sociedad civil. Su narración me acerca a Din Q Lê (1968-2024), cuya familia también formó parte de la misma diáspora, pasando primero por un campo de refugiados en Tailandia hasta que lograron mudarse a Los Angeles en 1979. Tuan y Din Q Lê se conocen y han compartido experiencias vividas fuera de su lugar de origen e historias que han escuchado y aquellas a las que ellos mismos han accedido al regresar al país donde nacieron. Din Q Lê murió el pasado mes de abril a los 56 años y de ahí la insistencia en mencionarlo aquí, porque merecía un homenaje. Tuan volvió a Vietnam y vive en Saigón desde hace veinte años. Ambos son co-fundaron Sàn Art, junto con otros dos artistas, Phn Nam Thuc Ha y Tiffany Chung. Un espacio sin ánimo de lucro, en Saigón, dirigido desde hace años por Zoè Butt, que es a su vez directora artística de la Factory of Contemporary Arts Center también en Saigón. A Din Q Lè le conocí en Barcelona, y nos vimos en la feria de Basel Hong Kong en más de una ocasión, y volvimos a vernos en el Palacio Real de Amsterdam cuando le fue entregado el Prince Claus Award en 2010 por toda su trayectoria. Entonces todavía no había realizado The Colony (2016), su obra maestra, en el archipiélago de las islas Chincha, sin agua ni electricidad, abandonadas en el Pacífico junto a las costas del Perú. Islas conocidas en el siglo XIX y hasta principios del siglo XX por el guano, considerado el mejor fertilizante natural, cuya explotación fue objeto de disputa entre España, Estados Unidos y Perú, durante el siglo XIX, en la medida en que el guano era considerado el mejor fertilizante natural, hasta que aparecieron los fertilizantes químicos. Nombro este proyecto por la amistad que debió unir a Dinh Q Lê y Tuan Andrew Nguyen, que aparece formando parte del equipo de producción, en los créditos de esta video instalación en tres pantallas, donde la desolación se convierte en paisaje interior.

La experiencia vital del artista se transfiere a la obra de mil maneras, teniendo en cuenta que aquella consiste en multitud de vivencias que se superponen en desorden prestándose a una exploración que nunca cesa. Tuan entiende la práctica artística y la construcción de la obra desde la perspectiva del desplazado, aquel que ha sido separado de sus orígenes y quiere recuperar el lugar donde empieza su historia y la historia. Menciona a su abuela, que era escritora, y a la que visitó en su primer viaje a Vietnam mientras estaba en la universidad, gracias al dinero de una beca de estudios. Ella murió a los 102 años, y la cita con admiración, como si hubiera sido una figura clave para la recuperación del sentido de pertenencia e identidad. Quizá fue decisiva para él a la hora de regresar a Vietnam hace ahora veinte años, donde reside. La exposición actual en la Fundación Miró con el nombre de Nuestros fantasmas viven en el futuro, ha sido comisariada por Martina Millà, para la cual acoger las obras de este artista vietnamita en la fundación ha supuesto reconsiderar el legado de Joan Miró y de Alexander Calder, por cuanto este último se manifestó públicamente contra la guerra de Vietnam y la intervención de EEUU en el conflicto.

Tuan reinterpreta semánticamente los móviles de Calder en las tres esculturas sonoras que reciben al visitante, hechas con fragmentos de proyectiles y bombas evocando la guerra y los relatos que escuchó desde la infancia durante muchos años de todos aquellos que compartieron el dolor de la pérdida de familiares y amigos y el sufrimiento del desplazado al que se ha sustraído la identidad de los orígenes. Sin por un lado los fragmentos de las bombas de las que están hechas recuerdan la destrucción y la muerte, por otra el potencial sonoro de los móviles que él adapta miméticamente evoca las propiedades sanadoras de las ondas sonoras que se expanden cuando se tocan, reproduciendo composiciones aleatorias que nunca son las mismas, mientras su resonancia se alarga hasta extraviarse en el silencio del entorno. Ecos de una guerra y de todas las guerras, que se mezclan con los traumas de los refugiados. El poder transformador de la compasión inspirado en el budismo acompaña el tañido que se desprende de los círculos que cuelgan de las estructuras móviles, cuando estos se tocan. Tuan hizo la demostración en la rueda de prensa y posteriormente realizó la grabación para que el público pueda escucharla, evitando la improvisación y el posible deterioro.

La narración audiovisual forma parte de los soportes con los que trabaja, ante el poder de la imagen en movimiento, como se puede ver en las tres video instalaciones que a modo de secuencias de una misma historia ocupan a continuación tres espacios consecutivos. En la primera, personas y objetos inanimados cobran vida evocando el trauma del conflicto y el proceso de duelo de una guerra. Las bombas hacen aparición como símbolo de la destrucción y muerte de todas las guerras. Una mujer mira una de aquellas bombas que no explotó. El arma de destrucción masiva que va a ser detonada al cabo de medio siglo parecía aguardar en silencio este momento. El segundo relato audiovisual arranca de una madre y su hija que se dedican al negocio de la chatarra, y donde el metal de las bombas no sólo tiene un valor comercial, sino que su manipulación por parte de la joven hija da lugar a figuras escultóricas haciéndole creer accidentalmente que es la reencarnación de Alexander Calder. Para él compartir historias es una prioridad. La transmisión de experiencias personales y colectivas es un valor en la medida en que implica a su vez una transformación de su portador y de aquel que recibe mediante la escucha. Su gran preocupación es qué mundo heredarán sus hijos y qué desafíos deberán afrontar a la vista de la creciente repetición de la historia, pese a la existencia de un consenso generalizado contra el terror que se desprende de todas las guerras.

Seguimos oyendo el ruido de las bombas, porque los objetos tienen voz y vida imitando al sujeto del habla. Tuan rescata el antiguo animismo que cree en el alma de los seres orgánicos e inorgánicos, para referirse al poder de comunicación que los primeros poseen y que nadie puede arrebatarles. Animismo y reencarnación forman parte de su apuesta invocando la memoria como el instrumento para explorar el presente en cualquier situación y circunstancia. Me fascina nuestra necesidad de preservar algunos objetos y de destruir otros. Y me fascina nuestra necesidad de hacer objetos de los objetos. Pienso también en las réplicas como en una especie de reencarnación, pero las réplicas no existen, porque nada es igual. Cuando acaba el ruido de las bombas, empieza a oírse el ruido de las olas amenazantes rompiendo contra las embarcaciones que transportan a los refugiados a los campos más cercanos, como el de Pulau Bidong, una pequeña isla frente a las costas de Malasia, que con más de 250.000 habitantes entre 1978 y 1991 se convirtió en el lugar más poblado del mundo. Naciones Unidos cerró el campo en 1991, y la jungla invadió la isla cubriendo monumentos y reliquias que quedaron abandonadas. The Island (42´, 2017) cuenta todo esto, anticipando un futuro distópico con el último hombre de la tierra y un científico que sobrevive a la guerra nuclear, y The Boat People (2020) el viaje en patera como una fábula que interpreta un grupo de niños liderados por una niña, que navegan recogiendo historias de un mundo que no han conocido a través de objetos abandonados que han sobrevivido al paso del tiempo, y que ellos reciclan componiendo otros objetos para articular las historias que cuentan por sí mismos.

Tuan rodó este corto enteramente en las Casas filipinnas de Acuzar, en Bataan, un pueblo de pescadores ubicado en Bagac, en el centro de Luzón, la central nuclear Mt. Samat y el Phillipine Refugee Processing Center. Entre ambas películas, realizó We were lost in our country (32´, 2018), un encargo de la Bienal de Arquitectura de Sharjah., donde el artista explora cuestiones personales relacionados con los traumas heredados y su tramsnisión a partir de una conversación entre los antepasados y sus descendientes. Toda la trayectoria de Tuan Andrew Nguyen aborda el drama de la separación del origen en la figura del desplazado que se ve obligado a repensar el mundo, como en A Dream of the End at the End of a Dream (18´30´´, 2021), un corto apocalíptico, donde el fin de la humanidad no significa el fin del mundo, como hace ver la deidad ciborg a través de la cual se hacen evidentes otras opciones, en la medida en que espíritus y objetos pueden sobrevivir, aunque nosotros desaparezcamos. Como concluye Martina Millá, el proyecto de Tuan que acoge la Fundación Miró irrumpe en escena interpelando la obra de Miró y manteniendo activa la tensión entre armar y desarmar, refiriéndose al papel hegemónico que ejerce el museo armando el discurso y a la respuesta del artista a quien corresponde desarmarlo, haciendo relativas las verdades que el supuesto pensamiento crítico plantea. El desarme entendido como ejercicio de deconstrucción de lo dado es el desafío que Tuan plantea dialogando con la memoria para recuperar el pasado y entender el presente, al tratar de adaptarla continuamente a un mundo que se mueve sin cesar, preocupado por la fragilidad de la existencia de todos los seres animados e inanimados.

La exposición se mantendrá abierta del 10/05/2024 al 24/09/2024

Foto: © Fundació Joan Miró. Foto Pep Herrero

Por Menene Gras Balaguer, directora de Cultura y Exposiciones de Casa Asia y del Asian Film Festival Barcelona

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