La reciente reedición el pasado mes de marzo de RU, de la escritora vietnamita Kim Thúy, por la Editorial Periférica obliga a no pasar por alto la existencia de un libro crucial para conocer de primera mano el testimonio de una mujer que sobrevivió a una de las diásporas más dramáticas del siglo XX.
En un breve plazo de tiempo, la autora ha publicado en España con la misma editorial MAN en 2016 y VI en 2018. Al cabo de diez años de la primera edición de Ru por Editorial Alfaguara, Periférica recupera este título rindiendo homenaje a su autora y a un libro que fue su debut literario, sin el cual difícilmente se pueden entender los que se publicaron posteriormente, al ser la novela más autobiográfica que ha escrito y porque su vida sigue siendo el tema de todos sus libros. Pese a vivir en Montreal desde hace más de cuatro décadas, y tener la doble nacionalidad, canadiense y vietnamita, nunca ha dejado de volver a sus raíces.
Kim Thúy nació en Saigón en 1968, el mismo año que a finales de enero el Ejército de Vietnam del Norte y el Vietcong iniciaban la Ofensiva del Tet contra las fuerzas aliadas lideradas por EEUU, que perdió a más de 4000 efectivos, y el Ejército de la República de Vietnam. La ofensiva abarcó todo el territorio de Vietnam del Sur y particularmente esta ciudad, donde los escuadrones del Vietcong atacaron y ejecutaron a militares, funcionarios públicos y a todos aquellos que consideraron potencialmente sus enemigos. Un episodio crucial en la guerra de Vietnam que se prolongó veinte años, entre 1955 y 1975. A pesar de todo, sus recuerdos repuntan debido al drama de la partida y la ruptura con esta etapa de la vida que coincidió con su infancia, cuando a los diez años ella, sus padres y sus dos hermanos embarcaron en una patera huyendo de un país que en 1975 invadió Camboya prolongando la ocupación hasta 1979. Si Vietnam contaba con el apoyo, el país ocupado tenía como aliado a la República Popular China, lo que extremó la complejidad del conflicto, que de hecho no acabó hasta el genocidio camboyano.
Lo que ella narra no son directamente los hechos históricos sino las vivencias de esta niña que teme naufragar hasta que llegan a Malasia y todos los miembros de la familia son internados en un campo de refugiados, donde permanecieron hasta conseguir los permisos para viajar a Canadá e instalarse en este país a principios de 1979. Una de las primeras experiencias más duras en el lugar de destino fue la incomunicación. Ella sólo hablaba vietnamita en un país donde se hablaba francés e inglés, y durante un tiempo se sintió como un autista que quiere hablar y no puede, al igual que ocurre a uno de sus hijos, Henri, al que le fue diagnosticada esta enfermedad hace unos años. No obstante, ella logró salir del aislamiento del refugiado, que hubo de combatir para sobrevivir. Ahora escribe todos sus libros en la lengua de adopción, el francés, cuyo aprendizaje y adopción fue el primer desafío al que hizo frente para lograr su integración en el entorno de acogida. Es en este país donde reside desde entonces y donde antes de empezar a escribir realizó numerosos trabajos durante y después de una formación universitaria en traducción e interpretación, además de licenciarse en derecho y ejercer como abogado. Como tal, tuvo ocasión de desplazarse de nuevo a Vietnam reiteradamente durante tres años, a cargo de la legalización de la situación en la que se encontraban hijos de padres estadounidenses y madres vietnamitas. Esto le permitió revisitar su pasado y volver a ver un mundo que le había sido arrebatado. Quizá estas circunstancias le permitieron recuperar vivencias traumáticas, que la vida erosiona hasta que volvemos al lugar donde ocurrieron los sucesos que las causaron.
De sus múltiples ocupaciones durante años antes de dedicarse a escribir, le queda un restaurante vietnamita que conserva, aunque haya optado por dedicarse a la escritura, y desde hace diez años cree que es su vocación. RU, palabra que equivale a canción de cuna, es un libro de memorias, donde el recuerdo se remonta hasta una infancia feliz y privilegiada, que de pronto se vio interrumpida por los acontecimientos derivados de una guerra que tardó años en conocer el desenlace. Si este es el libro más autobiográfico de los que ha escrito hasta ahora, los que le siguen, MAN y VI (Una mujer minúscula) no lo son menos, aunque más particularmente esta última. Todos contribuyen a completar de una manera u otra el retrato de su autora, pero son también una crónica de una época y de un destino de millares de personas que como ella y su familia tuvieron que elegir entre seguir siendo parte del conflicto entre norte y sur, la muerte o la huida para intentar sobrevivir. Tampoco dejan de ser una crónica de hechos y experiencias compartidas por varias generaciones ni una recuperación de la cultura de su país para rescatar costumbres o incluso recetas culinarias como en MAN. Su historia es la de todos aquellos que han protagonizado las grandes diásporas de la segunda mitad del siglo XX, y que sólo pueden pensar en el futuro para olvidar el trauma de aquellas familias que fueron separados de su lugar de origen.
Hoy es una escritora reconocida internacionalmente que ha sido traducida y leída en más de veinticinco idiomas. La reciente reedición de RU (2009) que fue su primera novela no puede pasar desapercibida, por el interés que suscita una narrativa siempre actual que nos recuerda la tragedia de todos aquellos que para seguir con vida debieron abandonar su pasado y emigrar a otras partes del mundo. En la entrevista que concedió a EL PAÍS en 2010, a raíz de la primera edición de RU en español, le decía a Aurora Intxausti que “estaba obligada a recordar lo que nos ocurrió, porque es la historia de muchos de los que lograron sobrevivir y un homenaje a los que quedaron sumergidos en las aguas. Cada día no me dejo de repetir que soy una privilegiada y que estoy obligada a ser feliz”. No haber muerto tirada en el mar era para ella una señal inequívoca de que había un futuro y que había de conseguir todo lo que se propusiera en la vida, costara lo que costara.
A falta de una historia de los “boat people”, aquellos que formaron parte del éxodo masivo que se produjo entre 1978 y 1979 a causa del recrudecimiento de las tensiones derivadas de la guerra entre Camboya y Vietnam, la confrontación internacional, la destrucción y la crisis económica que siguieron, Kim Thúy decidió narrar su propia experiencia, aquello que no se cuenta en los libros de historia. Si algunos huyeron por tierra entrando en China por la provincia de Guanxi, la mayoría lo hicieron por mar en embarcaciones precarias que debían hacer frente a tormentas, tifones, la piratería y la escasez de víveres hasta que conseguían ser rescatados o llegar a las costas de Malasia, Hong Kong, Indonesia, Filipinas, Singapur o Tailandia. García Márquez en 1979 visitó Vietnam y lo primero que le llamó la atención es que la medicina más cara en este país fueran las pastillas contra el mareo, porque su adquisición era imprescindible para todos aquellos que emprendieron la huida por mar. En botes tripulados por fugitivos inexpertos, decía, y cuya cabida no era para más de cien personas, los traficantes los llenaban con más de trescientas, que después asaltaban en más de cuatro ocasiones durante la travesía piratas malayos y tailandeses, arrebatándoles todas las cosas de valor, violando a las mujeres y echando por la borda a quienes se resistían. La escritora cree poder hacer a su vez una aportación para que el recuerdo evite que todo aquello se repita, sea cual sea el lugar del mundo donde estas cosas sucedan. El regreso al pasado es un regreso a los orígenes y una reivindicación de la identidad que se renueva en cada uno de los tres libros mencionados, a partir de cuya lectura no sólo conocemos mejor las raíces de su autora y de todos los que como ella viven en un país fuera de su lugar de origen, sino que podemos explorar una y muchas vidas y entender una cultura que se nos narra como si fueran historias de alguien muy cercano que llega para contárnoslas. Para ella, las mujeres son las que mantuvieron Vietnam unido; sin ellas, dice el país ya habría desaparecido. Ellas han cargado con el dolor de las muertes de los hombres de todas las familias y que sacaron adelante a los supervivientes cultivando el arroz y dedicándose a ellos, aunque las nuevas generaciones en muchos casos prefieran olvidarlo.
Menene Gras Balaguer Directora Cultura y Exposiciones de Casa Asia