Esta festividad tiene más de 500 años de historia. Se piensa que su origen proviene de un mito de un discípulo de Buda que era capaz de ver su madre muerta y que la pudo ayudar a descansar en paz a través de la compasión y el consejo de Buda. Esta importante celebración tiene lugar del 13 al 16 de agosto cuando toda la familia se reúne y se reencuentra. A pesar de no ser una fiesta oficial muchos japoneses se cogen una semana de vacaciones en estas fechas.
El O-bon se inicia con el Bon Odori, una danza que se lleva a cabo por la noche para dar la bienvenida a los espíritus, las mujeres visten el tradicional kimono de verano (yukata) y bailan al ritmo de una alegre música tradicional. Para que los espíritus sepan dónde ir, se adornan las casas con luces para guiarlos (Mukae-bi) a su destino. Durante la estada de los difuntos en las casas de los familiares se reza por ellos y se les ofrece comida y todo tipo de ofrendas. Pero la estancia de los no vivos no dura mucho y casi cuando acaban de llegar se empieza ya con los rituales de despedida. Se comienza con el Tōrō nagashi que consiste en dejar farolillos de papel en el río para guiar a los espíritus de regreso a la tierra de los muertos. La culminación de la despedida llega cuando cinco de las montañas que rodean Kyoto son iluminadas para desearle un feliz retorno y agradecer su visita al espíritu (Gozan no okuribi). Y así finaliza el O-bon, una fiesta muy especial de reencuentro de toda la familia estén vivos o muertos.