Lamentablemente, este escenario no es completamente nuevo, ya que desde Pyongyang se viene utilizando el mismo lenguaje desde el siglo pasado y, desgraciadamente, no es sólo su discurso oficial el que parece que se ha quedado anclado en tiempos más propios de la Guerra Fría, sino también, y lo que es más grave, su decisión de seguir aislados de un mundo en plena transformación y de la realidad que nos une.
No obstante, el conflicto actual tiene una serie de características que lo hacen sensiblemente diferente a situaciones anteriores. En primer lugar, ya no están figuras claves como Mao Zedong en Beijing o Josef Stalin en Moscú para apoyar y alentar las aventuras militaristas de Pyongyang. El régimen actual está más aislado que nunca en sus poco más de 60 años de historia.
Segundo, conviene recordar que Kim Jong-Il necesitó de casi un lustro para poder afianzarse en el poder después del fallecimiento de su padre, Kim Il Sung, y para entonces ya estaba convertido en el verdadero y único Dios de un país de ateos oficiales. El nieto, Kim Jong-Un lleva poco más de un año y está muy lejos de la experiencia que ya tenía acumulada su padre, y sobre todo de la tupida red de contactos y lealtades que tuvo que construir durante el período en el que ya era el heredero oficial.
En tercer lugar, Jang Song-taek, tío del nuevo líder y probablemente la persona sobre la que recae la pesada responsabilidad de mantener en vida un régimen y unos líderes que se aferran al poder con más fuerza que nunca ante la amenaza del evidente e inexorable cambio histórico que les llega, no es del agrado de los militares a pesar de haber sido nombrado vicepresidente de la poderosa Comisión de Defensa Nacional.
El cambio de la política del Songun, “o todo por el ejército y para el ejército”, que permitió a Kim Jong Il sobrevivir en el poder, puede estar en el origen de esta aparente huida hacia delante del joven Kim que puede ver que una transformación económica, siguiendo el modelo chino, es la única alternativa que puede salvar a su régimen. Ante este posible cambio de rumbo, una parte de la vieja guardia del ejército puede estar poniendo al nuevo liderato en una situación muy delicada.
Y en cuarto y último lugar, no hay que olvidar el programa nuclear, que como el lenguaje beligerante tampoco es una novedad en Corea del Norte. Lo que sí es realmente preocupante son los avances que han conseguido en su desarrollo gracias a su política de ir sin prisa pero sin pausa en el objetivo de convertirse en una potencia nuclear con fines militares. Todos en la región saben que una vez que un Estado tiene ya un programa nuclear terminado y fiable, ya no habrá marcha atrás para conseguir una Península desnuclearizada.
El peligro con el que se enfrenta la región en estos momentos, reside en que se produzca un error de cálculo por alguna de las partes implicadas, en especial por parte de Corea de Norte y Corea del Sur, que aunque llevan más de seis décadas jugando a este siniestro juego puede acabar derivando en una escalada militar. Afortunadamente, una guerra abierta y convencional parece fuera de lugar.
Sin un conflicto armado abierto y generalizado, el gran perdedor puede acabar siendo China que, por una parte, necesita continuar teniendo un contexto regional tranquilo para centrarse en su desarrollo económico en un momento delicado, al estar en plena transición política, y también económico ya que su modelo, tal y como lo concibió Deng Xiaoping se agota y hay que reemplazarlo.
Pero también en un momento en el que el poderío militar chino empieza a despertarse y desarrollarse, y como ya ocurrió en la década de los años 50 con la llegada de la 7 flota estadounidense al estrecho de Taiwan, puede provocar que la presencia americana y su mayor poderío tecnológico militar, en especial las defensas antimisiles, se incremente considerablemente y decidan desde Washington compartirlo con sus aliados en Seúl como en Tokio, o ayudar aún más sus ya desarrollados sistemas defensivos.