El relato narra el retorno de Nadia a su Afganistán natal, un viaje que pone al descubierto la historia oculta de las mujeres de su familia, así como de sus raíces y de ella misma como mujer. Hablamos con Nadia Ghulam sobre estas mujeres mientras aconseja a todos aquellos que quieran ayudar que aprendan a acompañar a las personas, a guiarlas sin esperar nada a cambio, ni siquiera que los consejos sean atendidos.
¿Porqué has decidido retratar en este libro las circunstancias de las mujeres de tu vida?
Parto de la idea de que yo soy una pequeña rama de las mujeres de mi familia, ellas me han dado la fuerza para que yo esté donde estoy ahora. Así, la idea del libro era acercarme a ellas para entender las cosas que han hecho en su vida. En Afganistán yo tenía que sobrevivir para encontrar la comida para mi familia y no tenía la situación que tengo ahora, donde puedo entender cómo han vivido, sus sentimientos, desde el punto de vista de Nadia que ha podido estudiar, viajar y escribir. Me han hecho darse cuenta que cada persona decide un camino; ves que las circunstancias de estas mujeres las han llevado hacia un lugar u otro. Después de explicar mi vida a “El Secreto de mi turbante” ahora tenía que explicar la vida de estas mujeres que me han dado tanta fuerza, porque quiero poder explicar a mis hijos en un futuro que yo no he hecho tantas cosas sola, son estas personas que han estado a mi lado las que me han hecho llegar aquí, quiero hacerlas visibles.
¿Quiénes son estas mujeres?
En el libro destaco personas imprescindibles en mi vida: mi madre, mi tía, una prima y mis hermanas. También una prima de mi padre que ha sido una pieza muy importante y clave en mi vida, su fuerza me ha enseñado y acompañado en muchos sentidos de la vida. Es un resumen de personas que merecen un solo libro cada una pero que he intentado condensar para ver su día a día. Son mujeres que no han podido estudiar, aprender ni ir a la escuela pero en cambio son filósofas, saben muchísimo y me han transmitido muchos valores.
¿Por lo tanto es un libro sobre las mujeres?
Sí, los lectores tendrán un disgusto porque dirán que el libro es muy duro [ríe], sobre todo comparado con sus vidas. Pero en realidad ninguna mujer ha tenido una vida fácil, tienes que estar luchando constantemente. Sobre todo quiero transmitir a los lectores que el fracaso también es un éxito. Verán vidas que pueden parecer fracasos pero que para mí son éxitos, porque después de 40 años de guerra ellas siguen adelante, tiran hacia delante con sus familias. Y la paciencia de una mujer afgana ante tantas dificultades … Ahora que vivo en el mundo occidental, veo que cosas pequeñas aquí nos afectan muchísimo pero con todas las dificultades allí se levantan una y otra vez y siempre siguen adelante y para mí esto es un éxito.
¿Crees que has tenido suerte de finalmente poder salir de Afganistán?
Creo que no, la suerte te la tienes que trabajar. Yo he luchado muchísimo para estar donde estoy, mi sueño no era venir a Europa sino conseguir estudiar. Mi sueño es estar en Afganistán, no en Europa. Pero la guerra nos ha quitado la ilusión que teníamos de poder estar en tu tierra, de poder aprender. Para mí llegar a Europa es triste porque no estoy con mi gente, pero estoy en busca de la luz que quiero en mi vida.
¿Con la crisis de refugiados que estamos viviendo, esta Europa es la misma que te recibió?
La Europa que me recibió es la misma que ahora. Porque cuando llegué todo el mundo que me acogió era gente civil, sin ninguna ayuda del gobierno, nadie del gobierno les ayudó. Me han dado un lugar para dormir, comer, me han enseñado la lengua, la cultura y me han acompañado para que sea una persona como soy ahora. Y ahora con los refugiados pasa lo mismo: la gente civil se manifiesta, ayuda, envía ropa, van allí para rescatar del mar vivos o muertos. Pero los gobiernos, ¿qué hacen? Es muy triste pero votamos por gente que promete cosas y luego no hacen nada. Yo no puedo hablar con Al Asad, pero ellos sí que pueden. Por ejemplo, ahora los refugiados afganos no pueden quedarse porque representa que Afganistán está en paz, pero no está en paz, cada día hay atentados, pero aquí sólo llegan cuando son más de 200 muertos. Y los gobiernos todo esto lo saben.
¿Cómo vive una refugiada afgana en Europa la situación de su país?
Los refugiados necesitamos posibilidades para volver, sobre todo educación y puestos de trabajo, porque todas las fábricas que teníamos están destruidas. Como joven creces y quieres construir tu vida y estudiar y tener hijos, en un país sin recursos ¿qué vas a hacer? Todas tus ilusiones se convierten en cenizas. ¿Y qué haces? Pues salir para mejorar la condición de vida de tu familia como me pasa a mí, que estoy aquí pero toda mi familia está allí. Conozco muchos jóvenes que están fuera y añoramos nuestra tierra y nuestra lengua pero no podemos ir porque no tenemos futuro, ni estudiar, ni trabajo. Y si eres mujer aún peor porque no tienes la libertad.
¿Con este contexto qué ayuda internacional necesitáis?
Para mí la ayuda siempre es bienvenida en Afganistán si no es fuerza militar. Los afganos estamos cansados de la guerra. Si envías armas con sentido de cooperación no lo aceptamos. Necesitamos personas que vengan a ayudarnos, educadores, psicólogos, psiquiatras, profesores … nosotros ahora tenemos ganas de aprender, pero no tenemos profesores que nos enseñen. La gente más sabia o educada se ha muerto o se ha ido. Siempre digo, la ayuda bienvenida, pero no vestida de militar. Los afganos vemos quien ayuda realmente y quién no. Desde pequeña, mi madre ya me pedía que rezara para que viniera la paz en mi país. En Afganistán constantemente pedimos paz: un taxista al arrancar el coche pide paz para su país, un niño pide paz para el país cuando aprende sus primeras palabras, un indigente de la calle pide la paz, no sientes otra palabra que paz. Yo no sé de política, pero sé que quien venga a ayudarnos para salir de este pozo y de esta oscuridad debe ser a través de la enseñanza y la formación, y estos serán bienvenidos.
¿Cómo puede mejorar la situación de la mujer en Afganistán?
Ahora mismo en Kabul está cambiando un poco el papel de la mujer, algunas hacen una vida normal, estudian y van a la universidad pero en Afganistán vive mucha gente. El cambio no se ve porque es pequeño todavía, pero es un pequeño paso. Cada vez que voy me sorprendo de encontrar mujeres que, estando yo en Europa, están más preparadas que yo sin tener tantas posibilidades. Por lo tanto hay movimiento en Kabul, en pueblos y provincias en cambio no tienen posibilidades, y menos con los talibanes y ahora el Daesh. Pero las mujeres no han parado a Afganistán, ni siquiera en el régimen talibán. Siempre han hecho cosas, pero el ser humano tiene tendencia a ver sólo las cosas negativas, pero hay cosas positivas. Por ejemplo, tenemos un equipo de mujeres que hacen escalada por las montañas de Afganistán y equipo de ciclistas. Debemos hablar también de estas mujeres para contagiar esa energía y esa fuerza. Lo que pasa es que hay tanta desgracia y violencia que de los pequeños cambios nunca se habla.