La asamblea constituyente nepalí ha aprobado la abolición de la monarquía y la constitución de Nepal en una república democrática, una auténtica refundación para un país cuya vecindad con las dos grandes potencias emergentes no ha reportado todavía significativas cuotas de desarrollo
La asamblea constituyente nepalí ha aprobado la abolición de la monarquía y la constitución de Nepal en una república democrática, una auténtica refundación para un país cuya vecindad con las dos grandes potencias emergentes no ha reportado todavía significativas cuotas de desarrollo.
La abolición de una monarquía condenada por la tentación totalitaria de su último representante, el Rey Gyanendra, ha provocado un júbilo generalizado en las calles de Katmandú.
Los nepalíes celebran la salida del palacio de un rey que nunca fue popular, puesto que su llegada al trono se debió a la matanza protagonizada por uno de los hijos de su antecesor, Birendra.
Gyanendra se alió con las fuerzas más conservadoras y sectores inmovilistas del ejército, hecho que paulatinamente fue acercando los partidos democráticos tradicionales a una guerrilla maoísta necesitada de una salida política a su lucha armada enquistada.
Los milicianos de Prachandra y los comunistas podían parar el país con huelgas generales de amplio seguimiento, pero no podían ganar la guerra.
De ahí que el diálogo con unos partidos políticos alejados del poder por Gyanendra generara esperanzas de paz que hoy se materializan en la reunión de la asamblea constituyente.
La cámara, surgida de los primeros comicios en los que participaba la antigua guerrilla, debe redactar una nueva constitución, cuya primera cláusula establece que Nepal se constituye en una república independiente, indivisible, soberana, aconfesional y democrática.
Este nuevo marco se aprobaba, en la votación parlamentaria, con tan sólo cuatro votos en contra de los seiscientos un diputados que la componen.
La guerrilla maoísta, que había prometido la instauración de la república, integrada en el juego democrático dispone de ahora de mayoría parlamentaria para deponer al rey y para cambiar el país.
Pero está lejos de tener experiencia de gobierno, un factor decisivo en una etapa de reforma política, social y económica del que todavía es uno de los países más pobres del Planeta.
Los maoístas no han ganado con las armas, sino en las urnas, lo que les da legitimidad para dirigir el desarrollo de Nepal, una vía muerta mientras ellos han combatido al gobierno de Katmandú.
Con la paz disponen de la oportunidad de sumar Nepal al conjunto de economías en vías de desarrollo de Asia y traer el bienestar a los millones de nepalíes que viven todavía hoy bajo el umbral de la pobreza.