25/04/2020 | Actualidad > AsiaView
La crisis global de carácter sanitario provocada por el COVID-19, que tuvo su epicentro en la ciudad china de Wuhan, está dejando muestras de su virulencia en varias regiones del sur de Europa, como Lombardía, Emilia Romana, Madrid o Cataluña, y se expande ahora por el continente americano con especial intensidad en grandes conurbaciones urbanas como Nueva York.

Los gobiernos están volcados en la gestión de la crisis sanitaria a través de fuertes medidas de contención, el refuerzo de los sistemas sanitarios y la medición del efecto que las mismas están teniendo en la mitigación del número de fallecidos, ingresos en cuidados intensivos y nuevos casos de contagio. La principal prioridad es, por encima de la economía, salvar vidas. Sin embargo, esto no implica obviar hasta qué punto estas políticas de contención están teniendo enormes efectos sobre el mercado laboral y sobre las distintas economías.   

En la región de Asia oriental, donde hasta el momento actual la gestión de la crisis sanitaria por parte de los gobiernos es percibida como más efectiva, se está aplicando una salida gradual de la fase de confinamiento y el foco está puesto, por un lado, en evitar nuevos casos de contagio y, por otro, en empezar a gestionar la incertidumbre económica generada por la crisis. A pesar de la eficacia de la política de contención de la crisis sanitaria en países como Corea o China, nadie puede desdeñar el impacto que tiene sobre la economía regional. En el recientemente publicado ADO Outlook 2020, el Banco Asiático de Desarrollo (ADB) prevé que el crecimiento anual de la región de Asia oriental baje del 5,4% alcanzado en el año 2019 al 2,0% en el año 2020, si bien se considera que las tasas de crecimiento podrían normalizarse en la segunda mitad del año y relanzarse al año siguiente hasta alcanzar un 6,5% en el crecimiento del PIB de 2021. Esta previsión iría en línea con las tasas de crecimiento del PIB de Asia en su conjunto, donde se reducirían drásticamente hasta el 2,2% durante este año, para recuperarse por encima del 6% en 2021.  

En el caso de la economía china, la actividad durante el primer trimestre del año cayó dos dígitos en la industria, los servicios, las ventas al por menor y la inversión, mientras se incrementó el desempleo en medio punto, según datos oficiales del gobierno chino. Aunque los datos mejoraran en el segundo trimestre respecto a los del primero, puesto que por ejemplo se ha retomado la actividad industrial, la economía china continuará viéndose afectada por la expansión de la crisis sanitaria en Europa y América, dado que la actividad económica de China depende en un 40% del comercio exterior y la reducción de la demanda exterior por parte de estas regiones continuará un tiempo.  En este sentido, si las tensiones de la guerra comercial tuvieron un efecto negativo sobre las exportaciones en 2019, se calcula que el efecto de la expansión del COVID-19 será mucho mayor.  

Aunque pueda existir un cierto efecto rebote en la economía china en los próximos meses y, siempre en función de la evolución de la pandemia, las previsiones de los organismos internacionales como el Banco Mundial o de las agencias de rating consideran que será muy complicado que la economía china alcance un crecimiento del PIB superior al 3% este año. Por tanto, estaríamos ante el crecimiento más bajo de los últimos 40 años de la economía de la República Popular de China, por lo que el gobierno ya ha empezado a reaccionar con una serie de medidas, aunque todavía no son extremadamente ambiciosas. Por el momento hay tres líneas de actuación, la inversión pública en grandes proyectos de infraestructuras, la flexibilización de los créditos concedidos a las empresas y otros incentivos para el sistema financiero como, por ejemplo, la reducción de los coeficientes requeridos para los fondos de reserva de los bancos locales y provinciales más cercanos al cliente final, con lo que se pretende liberar unos 50.000 millones de dólares, según la información oficial recogida por Caixin Global.    

En el caso de Corea del Sur, donde la fase de confinamiento total parece superada, el gobierno anunció hace ya un tiempo que ponía a disposición de las aerolíneas préstamos blandos por valor de 240 millones de dólares. Asimismo, se anunció un paquete de estímulo por valor de 13.700 millones de dólares para apoyar a las pymes, hacer frente a los costes derivados de la atención sanitaria y equilibrar la caída de los ingresos fiscales. Más recientemente, tras una reunión del comité de crisis, el presidente Moon Jae-in anunció que el paquete de ayudas a las empresas y de estabilización del mercado financiero alcanzará finalmente los 80.000 millones de dólares.  

Por lo que se refiere a la situación de la segunda economía de la región de Asia oriental y del continente, la economía nipona se encontraba en una fase de fuerte retroceso iniciada justo antes del brote de la pandemia, cuando en octubre del año pasado el gobierno del primer ministro Shinzo Abe decidió incrementar el impuesto sobre el consumo del 8% al 10%, decisión que había sido pospuesta durante varios años con el fin de evitar la recesión provocada por la anterior subida del mismo del 5 al 8% en el año 2014. Sin embargo, el impacto de esta política sobre el consumo y la economía en general ha sido parecido. Una situación económica negativa a lo que ahora se unen las consecuencias, todavía indirectas, de la crisis del COVID-19. En el momento actual, en Japón se vive una calma tensa debido a un reciente aumento de los casos de contagios y del número de fallecimientos, así como por la reciente declaración de estado de alarma. Las consecuencias del mismo se sumarían a las previamente experimentadas por los problemas en las cadenas de suministro y, sobre todo, por la decisión de posponer los Juegos Olímpicos de Tokio, una de las principales apuestas del gobierno para relanzar la economía japonesa y la imagen del país internacionalmente.  

Con todo, la región de Asia oriental continuará siendo de las más dinámicas del mundo al contar con la segunda y la tercera economía del planeta, China y Japón respectivamente, y con algunas de las que mejor han sabido gestionar la crisis sanitaria, como es el caso de Corea. En el caso de que la pandemia permita una normalización a finales de año, se espera un cierto efecto rebote y una recuperación en la segunda mitad de 2020, que no compensará el fuerte impacto económico. En el caso de que la crisis sanitaria continúe su expansión durante los próximos meses, el ADB calcula que el impacto negativo para la economía china este año podría llegar a ser de más de 600.000 millones de dólares, lo que representa un 5% del total. En este sentido, el gobierno chino está tan interesado como la propia Unión Europea o el gobierno norteamericano en gestionar de la mejor forma posible la crisis sanitaria y, también, la incertidumbre económica generada por la misma.   

Guillermo Martínez Taberner, Responsable Departamento Economía y Empresa de Casa Asia @guillemtaberner  

Este artículo forma parte del espacio de reflexión #repensandoelmañana, con el que queremos compartir el análisis que nuestra red de personas expertas, tanto de Casa Asia como externas, hace sobre diversos asuntos de la actualidad en la región Asia-Pacífico.

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