06/04/2011 | Actualidad

Miles de comerciantes corrieron a la búsqueda de ese tejido tan preciado, la confección del cual era un secreto sólo conocido por los chinos. Un secreto que guardaron celosamente bajo pena de muerte a aquél que osara divulgarlo. Pero no sólo era seda, lo que se comercializaba por esos caminos, sino también la porcelana, el marfil, el oro, u otras cosas menos tangibles como las ideas, la cultura o la religión, incapaces de ser confinadas en una alforja.

Recorrer hoy en día la que fue la ruta comercial más famosa de todos los tiempos significa, no sólo reencontrar una historia dormida, sino descubrir parajes indómitos, y escondrijos recónditos, ciudades escondidas, y ruinas enterradas, templos olvidados y desiertos dorados. De Estambul a Xi’an, de Xi’an a Estambul, por los mismos caminos donde antaño deambularon grandes personajes de la Historia como Marco Polo, Alejandro Magno o Gengis Khan.

Estambul era, y sigue siendo, una ciudad puente entre dos continentes. Es allí donde se encuentra el Bósforo, el estrecho que separa físicamente Asia de Europa. Ésta era la ciudad donde comenzaba la ruta de la seda para los comerciantes europeos, hacia China. Estambul, ciudad de minaretes, ha estado desde hace siglos una de las ciudades más ricas y hermosas del mundo. Desde Estambul, y aún en Turquía, se llega a Ankara, su actual capital, que pese a ser una ciudad pequeña, logró ser un eje comercial de la Ruta de la Seda.

Cuando se llega a Irak, a la ciudad de Mosul, Oriente se muestra con todo su esplendor. Mosul está asentada sobre la antigua capital del Imperio Asirio, Nínive, a orillas del río Tigris, y posee toda la magia de Oriente, y es que tiene dispersadas por la ciudad mezquitas, iglesias antiguas y palacios maravillosos de tiempos remotos.

Y de Irak a Irán, a su capital, Teherán. Situada a los pies de los Montes Elborz es donde se prueba por primera vez el desierto. Allí se salta a la ciudad-oasis de Merv, Turkmenistán. En Merv, todo son ruinas. De la ciudad más densamente poblada del siglo XII sólo quedan los despojos. Los mongoles se encargaron de quemarla y de destruir cualquier indicio de vida.

La capital de Turkmenistan, Ashgabat, se encuentra situada en un oasis del desierto de Karakum, el llamado desierto negro, capaz de llegar a los 70º de temperatura. En el país uzbeco se encuentra la ciudad de Bukhara, que con sus hermanas Samarkanda y Khiva, son conocidas como las tres perlas, ciudades que evocan a los cuentos de las mil y una noches, los cuentos que la princesa Sherezade explicaba al sultán para evitar que le quitara la vida.

Bukhara, como Samarkanda, sigue conservando el espíritu de ciudad de príncipes y princesas, gracias a las mezquitas, a los minaretes, a las calles medievales, a las cúpulas azules que aún coronan los edificios, símbolos del guerrero de Tamerlán. Conocidas desde siempre por sus bazares de tejidos y de especias, aún perdura el alma de ciudad de mercaderes. En Samarcanda, una de las ciudades más importantes de la ruta, incluso se usaba la lengua sogdiana, que era el idioma que se había creado específicamente para el comercio de las sedas. Y Tashkent, actual capital uzbeka, representaba uno de los antiguos centros económicos caudales. En esta antigua ciudad persa aún se pueden encontrar tesoros de las épocas doradas del Imperio.

Después, se llegaba a uno de los puntos neurálgicos del viaje, a Kashgar, entre las montañas de Tian Shan y el desierto del Taklamakan. La ciudad de Kashgar servía de descanso a las caravanas, donde recobraban fuerzas para afrontar una de las etapas más climatológicamente duras de la Ruta: el desierto de Taklamakan. Sólo el nombre causaba temor: aquel que entra, nunca regresa. El desierto, de dunas de cien metros y con una extensión de mil kilómetros de este a oeste, se había tragado entre sus arenas doradas caravanas y ciudades enteras. Según los antiguos chinos, ahí dentro se engendraba el mal, ya que era hábitat de espíritus y demonios.

A orillas del río amarillo fue fundada Lanzhou, la ciudad dorada de minas de oro. Lanzhou era la antesala del fin, Xi’an. Xi’an, la ciudad de la Paz Eterna según dicta su nombre, es donde todo acaba, y donde todo empieza. Esta ciudad era el punto final de la Ruta de la Seda, un gran centro comercial de las civilizaciones antiguas, de esos tiempos cuando los emperadores gobernaban el país. Es en esta ciudad donde, años después, se encontrarían los guerreros de terracota que darían la vuelta al mundo. Es gracias a la seda que allí se confeccionaba, y a todo el misterio que le rodeaba, que buena parte del mundo es como lo conocemos ahora.

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