Artículo de Nadia Ghulam, activista afgana por los derechos humanos y la paz, escritora, comunicadora y educadora social, y presidenta de la ONG Ponts per la Pau. Escrito en el mes de marzo de 2025.
La prohibición de educar a las niñas es, sin lugar a dudas, una clara violación de los derechos fundamentales.
Según datos de UNICEF, aproximadamente unas 400.000 niñas se han sumado a las que ya se habían quedado sin este derecho en Afganistán, elevando el número total a 2,2 millones de niñas afectadas.
La educación no es solo un medio para aprender, es una herramienta básica que transforma vidas y sociedades. Cuando se niega este derecho a las niñas, se les niega la posibilidad de soñar, de marcarse objetivos de futuro y de contribuir al desarrollo de su país.
Me resulta estremecedor pensar en el gran potencial que se desperdicia, en libros cerrados y en futuros frustrados.
Tal como afirma Katherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF, esta prohibición no solo afecta a las niñas de hoy, sino que tendrá consecuencias devastadoras a largo plazo. Las repercusiones van mucho más allá de las personas afectadas directamente; de hecho, influyen en toda la comunidad y en el futuro de Afganistán.
La educación de las niñas es fundamental no solo para garantizar una mejor calidad de vida para ellas, sino también para romper el ciclo de la pobreza y promover el desarrollo sostenible del país.
Esta situación me ha llevado a reflexionar sobre qué podemos hacer a nivel internacional. ¿Qué responsabilidad tenemos como ciudadanía global ante estos abusos? ¿Cómo podemos presionar a los gobiernos y autoridades para que garanticen los derechos educativos de las niñas en Afganistán y en otros lugares donde la educación no es accesible para todos? Es necesario fomentar la sensibilización global sobre la importancia que tiene la educación para todas las personas.
Creo que es imprescindible que la comunidad internacional se movilice para defender esta causa.
Desde los medios de comunicación hasta las organizaciones no gubernamentales, pasando por personas individuales como yo misma, tenemos un papel importante a la hora de dar visibilidad a estas situaciones y movilizar el apoyo necesario para evitar que esta tendencia continúe.
En conclusión, la prohibición de la educación de las niñas en Afganistán no es solo un problema local; es un tema que nos afecta a todos. Es nuestra responsabilidad defender el derecho a la educación sin ningún tipo de exclusión y trabajar para garantizar este derecho a aprender y crecer en un entorno seguro y equitativo.
Solo con un esfuerzo colectivo podremos construir un futuro mejor para las próximas generaciones.