De los cinco millones de habitantes que tiene el país un 34% sigue creencias aborígenes, es decir, sus religiones nacen de tribus indígenas que se encuentran por todo el país. Como consecuencia de ello, hay más de 715 idiomas nativos diferentes e incontables tribus autóctonas que gozan de costumbres y tradiciones únicas.
Conocer a todos estos pequeños mundos es imposible, pues algunas de ellos aún están por descubrir, y otros son impenetrables por su hostilidad hacia el forastero. Aún así, otros permiten el acercamiento del visitante y conocerlos supone una experiencia diferente y singular. Eso sí, a la hora de adentrarse en las profundidades del mundo aborigen, hace falta un buen guía, pues algunas de ellas podrían reaccionar de forma violenta.
Una buena forma de empezar es la Tribu de los Guerreros Tjos, en el monte Hagen. Su recibimiento siempre es agradable, ya que el intercambio y la fascinación por los objetos modernos son uno de sus rasgos más característicos. Además, la zona de Hagen en la provincia occidental de Highlands reúne zonas de especial interés turístico como el Valle fértil de Wahgi.
En la ribera del río Sepik, el río más largo del país que cruza provincias enteras como la de Sandaun, o Sepik del Este, también se pueden encontrar tribus interesantes que destacan por sus tallados en madera a modo de animal o planta, como homenaje a sus ancestros.
El valle de Asaro también destaca por sus muchas comunidades indígenas como los Asmat, los Gururumba o los Kiminive, estos últimos famosos por sus rituales de barro, dónde los hombres se disfrazan de fantasmas para espantar a sus enemigos.
La lista de posibilidades en este sentido es interminable, de forma que el viajero podría dar la vuelta al país conociendo a cada paso una religión, idioma y cultura diferentes que han sobrevivido a lo largo de los años, y no han sucumbido a colonizaciones, guerras o globalizaciones. Su forma de vivir y sus costumbres no solo despiertan la curiosidad, sino que invitan a reflexionar sobre la condición humana.