18/05/2020 | Actualidad > AsiaView
En “La balsa de piedra”, Saramago fantasea con que la Península Ibérica se desgaja de Europa y comienza a flotar en medio del océano. Geopolíticamente es algo que podría ocurrir perfectamente con Asia Oriental.

En 1990 el Primer Ministro malasio Mahathir propuso la creación del Grupo Económico de Asia Oriental. Lo importante en esta idea no era tanto quiénes estarían dentro (los diez países de ASEAN, China, Corea y Japón) como a quiénes dejaría fuera (EEUU, Australia y Nueva Zelanda). Para entender la propuesta es preciso tener en cuenta los siguientes dos elementos:

+ En el contexto de las negociaciones para la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y del Tratado de Maastricht, parecía que el mundo se encaminaba hacia una era de bloques comerciales regionales, con lo que la formación de un bloque que englobase Asia Oriental + ASEAN tenía sentido.

+ El antioccidentalismo. Mahathir fue uno de los grandes defensores de unos valores asiáticos específicos, diferentes de los occidentales. Uno de los componentes esenciales de su iniciativa era dejar fuera a Occidente, especialmente a EEUU, y crear un bloque basado en modelos económicos y valores asiáticos.

EEUU y Australia vieron el peligro y empujaron el establecimiento de APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation), una iniciativa del Primer Ministro australiano Bob Hawke. APEC salió adelante y del Grupo Económico propuesto por Mahathir no volvió a oírse… por una temporada.

La crisis asiática de 1997 supuso un punto de inflexión clave. De pronto los países asiáticos vieron cuestionado el modelo que durante las dos décadas precedentes les había permitido alcanzar velocidad de crucero. El modelo fue criticado no sólo desde un punto de vista económico, sino también desde un punto de vista moral, al tachárselo como “capitalismo de amiguetes” (“crony capitalism”). Las críticas vinieron principalmente de Occidente y su gran abanderado fue el FMI, que obligó a los países más afectados por la crisis (Corea del Sur, Indonesia y Tailandia) a adoptar una serie de medidas, que aunque puede que contribuyeran a aminorar los efectos de la crisis, tuvieron un impacto social muy fuerte. La lección más importante que aprendieron los asiáticos fue que no podían volver a quedar a merced de unas instituciones financieras internacionales en las que Occidente llevaba la batuta.

En septiembre de aquel año, Japón propuso la creación de un Fondo Monetario Asiático, en el que Japón, China, Corea, Hong Kong, Singapur y Taiwán pondrían en común sus reservas exteriores. La idea suponía una salida de la crisis puramente asiática, que dejaría un papel secundario al FMI. EEUU lo entendió así y se apresuró a torpedearla. Nuevo agravio para Asia pero, como en el caso del Grupo Económico de Asia Oriental, la idea no desapareció del todo.

No es casualidad que durante la presidencia malasia de ASEAN, en diciembre de 1997 tuviese lugar una cumbre informal de los líderes de ASEAN con los de China, Japón y Corea. Como no podía ser menos, la crisis asiática fue el principal tema de conversación. Lo principal de aquella reunión es que se creó un precedente. Dos años después, durante la presidencia filipina de ASEAN, se

institucionalizaría el formato ASEAN + 3. La Declaración Conjunta sobre Cooperación en Asia Oriental de 28 de noviembre de 1999 definió las áreas de cooperación de ASEAN + 3: cooperación económica en un sentido amplio; cooperación monetaria y financiera; desarrollo sostenible; diálogo, cooperación y coordinación en cuestiones políticas y de seguridad; cuestiones transnacionales… Como poco, se puede decir que era una iniciativa ambiciosa.

La segunda década del siglo XXI fue el momento en el que el desgajamiento de Asia Oriental dejó de ser una posibilidad remota. Dos hechos tuvieron la culpa:

1.- La crisis de 2008 tuvo algo de justicia poética. Las economías occidentales que habían dado tantas lecciones a los asiáticos en 1997 fueron víctimas de una crisis financiera. Asia sufrió una caída abrupta de su economía, que fue seguida por una rápida recuperación, debida sobre todo a la contracción del comercio internacional. Sus sistemas financieros, que habían aprendido las lecciones de 1997, aguantaron. La crisis tuvo un impacto sobre la imagen de Occidente en la región y, sobre todo, la imagen de la UE en Asia Oriental y el Sudeste Asiático, del cual todavía no se ha recuperado del todo.

2.- La percepción de que EEUU se estaba retirando de la región, después de los dos mandatos de Bush, que habían estado muy centrados en Iraq y Afganistán. Que Obama en su segundo mandato tuviera que lanzar con toda la fanfarria su política del “pivot to Asia” o “giro hacia Asia”, demuestra que esa percepción no estaba equivocada. El “giro hacia Asia” tenía muchas posibilidades de éxito, ya que respondía a los intereses de los EEMM de ASEAN, que siempre han preferido un equilibrio entre las superpotencias en su región, más que quedar al albur de una sola de ellas. Sin embargo, tres hechos contribuyeron a frustrarlo: 1) La decisión norteamericana de no ingresar en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, al verlo como un rival de las instituciones de Bretton Woods. Si tal era su temor, resultaba preferible estar dentro, influyendo sobre su marcha, que fuera; 2) La retirada del Tratado Partenariado Transpacífico por el Presidente Trump, que de un plumazo desmontó la estrategia de Obama para que EEUU liderase la estructura comercial más ambiciosa de Asia-Pacífico; 3) La escasa atención prestada por el Presidente Trump a ASEAN, que quedó puesta claramente de manifiesto cuando envió al Secretario de Estado de Comercio a la Cumbre ASEAN que se celebró en Bangkok en noviembre de 2019; 4) EEUU ha quedado fuera por decisión propia del principal tablero del juego geopolítico en Eurasia: la Iniciativa de la Franja y de la Ruta. En 2019 presentó una iniciativa,- la Blue Dot Network-, que le permitiría contrarrestar la IFR, sobre la base de sus fortalezas (la fijación de estándares de calidad), al no poder competir con las gigantescas posibilidades de financiación de China. Es prematuro adelantar el impacto que el Blue Dot Network pueda tener sobre la IFR promovida por China.

A esos cuatro hechos cabría añadir un quinto: la introducción de irritantes innecesarios en sus relaciones con sus dos principales socios en el Noreste de Asia, Japón y Corea del Sur. En el caso de Japón, la retirada del Acuerdo del Partenariado Transpacífico, las presiones para la firma de un nuevo Tratado de Libre Comercio Japón-EEUU y el ninguneo en las conversaciones con Corea del Norte, han enturbiado la alianza y han complicado la política internacional de Shinzo Abe, que debe al mismo tiempo buscar un acomodo con China y enmendar las relaciones con Corea del Sur. En el caso de este país, el principal irritante son las presiones norteamericanas para que aumente su contribución al mantenimiento de las tropas norteamericanas en la Península Coreana, sin tener en cuenta el gran esfuerzo en materia de seguridad y defensa que Corea ya viene haciendo. Estos irritantes no van a romper la alianza con EEUU, pero sí que pueden hacer que Corea y Japón busquen una mayor autosuficiencia en cuestiones de defensa y otras, alejándose un tanto de EEUU.

Las acciones del Presidente Trump no habrían tenido un impacto tan serio, que posiblemente continúe en el largo plazo, si no hubiese sido porque han ocurrido en un contexto en que la globalización está en retirada y los localismos en auge. La crisis de 2008 ya llevó a un cuestionamiento del proceso globalizador, ante la constatación de que no había traído todos los beneficios que prometió en sus inicios. La Administración Trump en los últimos dos años ha adoptado algunas decisiones que van en el sentido de la reversión de la globalización y que podrían llevar a un desacoplamiento entre Occidente y Asia Oriental:

+ El esfuerzo por impedir que Huawei implante la tecnología 5G en Occidente. Hace diez años la implantación de la tecnología 5G habría sido una mera cuestión de guerra comercial. En estos momentos es mucho más. Dejar que Huawei implante el 5G en Occidente, supone reconocer que China ha adelantado a EEUU en un área tecnológica que va a ser clave en los próximos años, así como correr el riesgo de que China meta caballos de Troya en las redes informáticas occidentales. La posibilidad real es que acaben desarrollándose dos estándares de 5G, uno en Occidente y otro en Asia Oriental.

+ Un componente de la guerra comercial con China, del que no se suele hablar tanto, es en el regreso de las cadenas de valor a EEUU, que ya se había iniciado antes de la crisis del Covid-19 y que ésta ha acelerado. Los beneficios económicos de una división del trabajo global han quedado empequeñecidos por las vulnerabilidades que introducen la dependencia de un solo productor global y la desindustrialización.

Como señaló el Director de Casa Asia, Javier Parrondo, en “Repensando el mañana”, es posible que la crisis del Covid-19 no introduzca grandes cambios geopolíticos, pero que acelere cambios que ya se estaban produciendo. Uno de estos cambios es el retroceso de la globalización y el desacomplamiento de Asia Oriental.

En lo que llevamos de pandemia, se ha apreciado un aumento de la influencia de China sobre los EEMM de ASEAN. El ejemplo chino de cómo pudo controlar la epidemia en Wuhan ha calado en el Sudeste Asíatico y más cuando se pone en comparación con la situación en Europa y EEUU. Además China ha contribuido con entregas de material sanitario a esta región, para dar la imagen de una potencia solidaria. Este aumento de la influencia china con ocasión del Covid, aún no se aprecia en Corea del Sur y Japón, pero como las relaciones internacionales aborrecen el vacío, hay margen para que unos EEUU envueltos en la lucha contra el Covid y con una política exterior aislacionista aún abandonen más posiciones en el Noreste de Asia, para alegría de China.

Al comienzo del artículo imaginé un escenario similar al de “La balsa de piedra” de Saramago. No obstante, treinta años de globalización y las nuevas tecnologías han dejado un mundo demasiado entrelazado como para que un desacoplamiento total sea posible. Tal vez el símil que hubiera debido poner es con “La gran muralla china” de Kafka: un mundo de grandes regiones, encerradas en sí mismas.

Emilio de Miguel, embajador de España en Tailandia

Este artículo forma parte del espacio de reflexión #repensandoelmañana, con el que queremos compartir el análisis que nuestra red de personas expertas, tanto de Casa Asia como externas, hace sobre diversos asuntos de la actualidad en la región Asia-Pacífico.

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