El año 2020 pasará a los libros de historia en un capitulo destacado. La buena noticia es que todavía estamos a tiempo para escribir un final menos dramático de lo que a día de hoy muchos auguran.
Esta pandemia inesperada nos ha transportado de golpe a una realidad que nos negábamos a ver y que no queríamos escuchar: la globalización ha creado una gran riqueza mundial pero también una profunda injusticia social, y paradójicamente, a esos Estados que crearon las bases para erigir este modelo les ha demostrado que son vulnerables y frágiles.
El Covid-19 no es el responsable de la transformación que ya hemos empezado a vivir, pero si ha sido el acelerador insospechado de unos cambios que empezaron con el regreso paulatino de China a la escena internacional en todo su esplendor, después de su siglo de “humillaciones” y el triunfo del populismo y el nacionalismo en algunos países.
Esta doble circunstancia, la reemergencia de China y el nuevo nacionalismo americano encarnado por el Presidente Trump y su anti globalismo ya nos estaban dirigiendo hacia una transformación de las bases impuestas desde el Acuerdo de Bretton Woods y la Conferencia de Yalta en 1945.
Mientras Estados Unidos ha perdido la fe en la globalización y todo aquello que representa, ya sean las instituciones como la UNESCO, el comercio internacional, el cambio climático, o el multilateralismo, el pueblo chino cree cada vez más en el determinante papel que tiene jugar China como garante de un nuevo orden mundial, y en palabras del propio presidente Xi Jinping de una comunidad con un único destino compartido.
Lo interesante en estos momentos es que ese nuevo sentimiento de total confianza en ellos mismos no se restringe exclusivamente al ámbito económico o político, sino que abarca el diplomático, el militar, el cultural y el tecnológico. Si hay un país capaz de reemplazar al gran imperio a nivel global y transversal es China.
Y es que, el mundo ha cambiado tan rápida como profundamente desde el fin de los años 40 cuando EE.UU en términos de Paridad de Poder Adquisitivo representaba el 27,3 % del PIB mundial y China el 4,5% hasta llegar a los actuales en donde, los americanos se quedaban entorno al 15% mientras que los chinos superan el 19%.
En Washington tienen que decidir a partir del 3 de noviembre, cuando se celebren sus elecciones presidenciales si quieren continuar con el continuismo actual antiglobalización e intentado mantener su primacía global , o si por el contrario apuestan por un nuevo multilateralismo basado en unos preceptos nuevos en donde el Estado regrese al centro y el orden liberal predominante tenga que ser repensado.
En cualquiera de los casos, las opciones respecto a China a nivel global pasan por tres escenarios. El primero es la confrontación que es el que ha elegido el presidente Trump en su primer mandato. El segundo, es la cooperación, que es lo que parece que elige Europa, y el tercero es la competencia que es el que la llegada del Covid-19 parece que está forzando, al mismo tiempo que nos recuerda que las decisiones que tomamos ahora son globales como también los son las consecuencias que de ellas se deriven.
Solo depende de nosotros que vayamos hacia un mundo más cerrado, menos próspero y menos libre. Esta pandemia si no se cambia el rumbo nos llevará hacia un mayor enfrentamiento entre EE.UU y China y hacia una Unión Europea más débil, menos integrada e incluso por momentos dando la sensación de estar exhausta.
La solución a nuestros problemas puede estar en encontrar pronto una vacuna que pare el virus y otra que nos permita crear un internacionalismo más pragmático, protector y justo. El tiempo esta vez corre en contra.
Sun Tzu en su “Arte de la Guerra” nos enseñaba que si “conocías al enemigo y te conocías a ti mismo no tienes que temer al resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo, por cada batalla que ganes tendrás una derrota. Y si no conoces al enemigo ni a ti mismo perecerás en cada batalla”
A día de hoy, China nos demuestra cada día que se conoce perfectamente y que nos conoce a nosotros mejor que a la inversa. El Covid-19 y su gestión ha servido para refrendarlo.
Rafael Bueno, Director del Departamento de Política, Sociedad y Educación de Casa Asia | Twitter @rafabueno59