12/12/2008 | Actualidad > AsiaMedia
Entrevista a Kailash Satyarthi, alma y motor de la Marcha Global Contra el Trabajo Infantil.
Asia, en particular el Sur y el Sureste, es un espacio de trabajo prioritario para la Global March, un movimiento civil de más de 2.000 ONG’s internacionales y con presencia en 140 países del mundo que lucha por el fin de la esclavitud infantil y la implantación universal de la educación

Entrevista a Kailash Satyarthi, alma y motor de la Marcha Global Contra el Trabajo Infantil.
Asia, en particular el Sur y el Sureste, es un espacio de trabajo prioritario para la Global March, un movimiento civil de más de 2.000 ONG’s internacionales y con presencia en 140 países del mundo que lucha por el fin de la esclavitud infantil y la implantación universal de la educación.

¿Cómo cae un niño en la esclavitud?

Muchos nacen en ella porque sus padres o abuelos deben dinero a algún gran terrateniente y la situación se hereda generación tras generación. En algunos países son esclavos porque pertenecen a castas o grupos sociales predestinados a ello. Pero casi la mitad entran en la esclavitud por la fuerza. Esta es una de las grandes evidencias [del por qué] del tráfico de niños. Un día, un hombre, agente reclutador de una empresa, de una fábrica, una mina, aparece por cualquier pueblo remoto en búsqueda de mano de obra barata y los niños son los más baratos. Entonces ofrece algún dinero a los padres y les dice que su hijo o hija va a ganar un buen sueldo y va a aprender un oficio, que podrá venir a visitarlos cuando quiera y que cuando crezca podrá acceder a un trabajo mucho mejor y mejor remunerado. Ese hombre da a las familias algo de dinero, poco, unas 500 o 1.000 rupias [10 o 20 euros] como un anticipo de lo que su hijo ganará y les dicen ‘no te preocupes, cuando tu hijo gane un buen sueldo ya nos lo devolverás’. Y estos padres, pobres e ignorantes, sin ningún contacto con el mundo exterior, creen en las falsas promesas de ese hombre. Los reclutadores envían los niños a centros de trabajo que normalmente están a centenares y centenares de quilómetros de distancia de sus casas y cuando llegan allí, todas las promesas se desvanecen y se convierten en esclavos. En algunas ocasiones, los niños son vendidos a otro empresario, con lo cual la familia pierde todo rastro posible.

Estamos hablando de niños de ¿qué edades?

A partir de unos siete años. Hace apenas catorce días rescatamos a 34 niños en Delhi y el más joven tenía siete años. Hacía sólo seis meses que estaba ahí, pero entre sus compañeros había chicos de diez, once o doce años con más de cuatro trabajando. Y en esos cuatro años no habían visto a sus padres. Si lloraban de añoranza, les pegaban; les obligaban a trabajar quince, dieciséis horas al día y malvivían en el mismo taller; si se dormían, les pegaban; si se equivocaban en la tarea, les pegaban. Nunca habían recibido ningún sueldo.

¿Cuántos niños trabajan, en el mundo?

Se calcula que unos 218 millones de niños, muchos de los cuales en régimen de esclavitud.

Dentro de este infierno, ¿Cuál es la peor región?

Los países del sur de Asia y los del África subsahariana, sin duda. Ahí podemos encontrar todas las peores formas de trabajo infantil, incluyendo prostitución, tráfico de niños, uso de niños para el tráfico de drogas, la guerra y otras actividades criminales, etc. Pero ocurrir, ocurre en todas partes.

Haga, por favor, el retrato de la realidad asiática…

En la zona del sureste, en Filipinas, Indonesia, Camboya y Tailandia, la principal preocupación es la prostitución infantil y el tráfico ilegal que se deriva de niños y niñas raptados del campo y recluidos en las ciudades y en las zonas costeras turísticas con fines pornográficos y de prostitución. El segundo fenómeno más común es el trabajo doméstico; se pueden encontrar centenares de miles de niñas empleadas en hogares de Manila o de Bangkok o de Phnom Penh. Y también puede encontrar niños trabajando en las calles de las ciudades como vendedores en beneficio de alguien, o en restaurantes, limpiando y sirviendo, o trabajando en el campo.

En la región sur de Asia -India, Pakistán, Nepal, Bangladesh- son muy comunes las situaciones de esclavitud que, en Pakistán por ejemplo, se complican por el arraigo a un feudalismo tradicional. He trabajado en este país durante años y puedo decirle que es muy difícil cambiar ahí las cosas porque el poder se concentra en muy pocas manos: las mismas familias que poseen las tierras son las que controlan el ejército, las que manejan la política y algunas son propietarias de grandes industrias. En India, la mayoría de los niños que trabajan han nacido en lo que se considera esclavitud tradicional de casta. Aquí y en Bangladesh se han instalado las principales firmas extranjeras del sector textil, por ejemplo, como GAP, o de zapatos y material deportivo, que invierten en proveedores locales a los que les piden el precio más barato en la cadena de producción. Y eso significa mano de obra infantil, una mano de obra que a menudo ha sido secuestrada en áreas muy alejadas de Delhi, Mumbai o Calcuta. Nepal es uno de los puntos claves en el tráfico de niños hacia la India, a la vez que es también un centro importante de prostitución infantil.

Hay quien afirma que a veces, en determinadas circunstancias, debe permitirse a los niños poder trabajar porque de ello depende la supervivencia de sus familias o, inclusive, la suya propia. ¿Qué responde a ello?

Simplemente, que es un mito. Como he dicho antes, en el mundo hay 218 millones de niños trabajando a jornada entera; pero es que, a la vez, hay 180 millones de adultos sin empleo!. Según cifras de organizaciones no gubernamentales, en la región de Asia del Sur trabajan 80 millones de niños y hay 80 millones de adultos desocupados. [silencio] Hay que entender esto. Los niños están haciendo el trabajo de sus padres por mucho menos coste. ¿Se da cuenta de la perversidad del planteamiento? Dicen: ‘estos niños deben trabajar porque sus padres no tienen empleo ni ganan ningún sueldo’. Pero, ¿se han preguntado por qué estos adultos están desocupados? Debemos ver el círculo entero. Se estima que un 20% de la economía india depende de mano de obra infantil; un 20%!. ¿Sabe cuánto dinero representa eso?. El trabajo infantil no es el resultado de la pobreza: es la causa de esta pobreza. Es la causa de la desocupación adulta, es la causa del analfabetismo, es la causa de enfermedades… Los niños que trabajan encerrados en un taller quince horas al día sufrirán graves secuelas físicas por el resto de su vida.

¿A cuántos niños y niñas ha rescatado Global March?

A unos 76.000, físicamente.

¿Cómo lo hacen?

Le explicaré el último rescate, en el que liberamos a los 34 niños que le comenté antes. Recibimos una información sobre el secuestro, meses atrás, de algunas criaturas en unas poblaciones rurales del interior y datos que apuntaban que estaban trabajando en Delhi. Después de haber contrastado la información -algo que hacemos siempre, para evitar trampas y problemas- contactamos con las autoridades locales. Es muy importante conseguir que se impliquen directamente en cada caso, pero -y esto lo tenemos muy claro- les facilitamos el mínimo de datos posibles. Por ejemplo, nos guardamos la dirección del taller sospechoso porque la corrupción está bastante extendida y una simple llamada telefónica puede vaciar una habitación en cuestión de minutos.

Se trata de grupos reducidos de niños…

Si, se organizan en grupos de diez a veinte niños, como mucho, en habitaciones traseras o sótanos cerrados. Preparamos un plan y los [agentes] nos acompañaron como testigos. Su presencia es un aval importante a la hora de abrir una denuncia contra el empresario, porque en la India es ilegal contratar a menores de 14 años. No obstante, debo decir que algunas veces, ante la sospecha de una venta inmediata de niños o de riesgo de muerte por desnutrición, si las autoridades nos dan largas con excusas burocráticas, actuamos de inmediato por nuestra cuenta y riesgo. Aunque eso suponga ser apaleados; perdimos a un colega en una operación de rescate.

Ese día, los oficiales del gobierno accedieron a acompañarnos. Nosotros éramos once personas. La operación tiene que ejecutarse con mucha rapidez, y por eso debemos preparar a conciencia todos los detalles, como por ejemplo las mejores rutas de escape por si hay problemas. No fue ese el caso. Los agentes apresaron al contratador y estamos a la espera de ver si se consuma el juicio; a algunos niños los pudimos devolver a sus familias y otros quedaron bajo protección del gobierno y pueden beneficiarse de programas de rehabilitación y educación.

¿Alguna vez ha pagado dinero para conseguir la libertad de algún niño?

¡No! No, no! ¡Es ilegal! ¡Nunca hemos pagado nada a nadie!. Comparto los motivos de quien lo hace, pero estoy rotundamente en desacuerdo con esta estrategia. ¿Cómo vas a pagar a alguien que está cometiendo un crimen? El criminal debe ir a la cárcel, ¡no recibir un pago por su delito! Debe haber un consenso mundial en la idea que estos individuos violan la ley local y la ley y los tratados internacionales y que debe ser responsabilidad de los Estados acabar con la esclavitud. Por eso la idea del rescate económico es intolerable, sencillamente inaceptable. Porque esté segura que los criminales estarán más que encantados de entrar en ese juego sin fin: raptar niños, cobrar por su libertad y raptar nuevos niños y vuelta a cobrar… ¿Se imagina?

Hace unos años, una campaña nos dio a conocer los abusos de las empresas de productos deportivos. ¿En qué sectores centra hoy su actividad Global March?

De hecho, éste continua siendo uno de nuestros ámbitos de seguimiento. En estos años hemos tenido algunos éxitos en Pakistán y en India -los dos principales productores de pelotas de fútbol, por ejemplo- pero últimamente hemos detectado un retroceso. Parece ser que a pesar de los procesos de control por parte de las grandes compañías y de las promesas de las autoridades, aún continúan habiendo niños trabajando en este sector.

Disculpe, ¿qué está fallando?

El monitorizaje no es lo suficientemente fuerte porque no es un control independiente.

¿Quién lo lleva a cabo?

En India, las mismas compañías y con regulación interna. Y no funciona. Los niños trabajan para un pequeño contratista local que a su vez trabaja para un gran contratista indio que está subcontratado por una empresa india que es socia de la multinacional americana o europea. El control se efectúa en el seno de las empresas asociadas en la Sports Goods Fundation, que tiene a su propia gente, lo cual no es demasiado efectivo. Además, en la SGF no están todas las compañías, con lo que el alcance de los controles es aún menor. Recientemente, nuestra ONG local en India concluyó un informe de evaluación en el que se revelaba que, a pesar de las campañas, aún hay niños trabajando para grandes firmas británicas como Mitre [primer fabricante de pelotas de fútbol y de rugby y proveedor oficial de la mayoría de equipos de la Premier League] o indias como Cosco. Estamos en serias negociaciones con ellos. El jefe del departamento de responsabilidad social corporativa de Mitre visitó el país recientemente y estuvo trabajando con nosotros.

Otra de las campañas prioritarias en India es la lucha contra el tráfico de niños para la esclavitud laboral. Normalmente, cuando se habla de tráfico de personas se tiende a relacionarlo con la prostitución, y estamos intentando sacar a la luz pública esta otra realidad ignorada. Es paradójico: en muchos países hay leyes que castigan el tráfico [de personas] para la prostitución pero no para el trabajo forzado. En la India, por ejemplo, hay legislación contra la esclavitud laboral, hay legislación contra el tráfico ilegal de personas para la prostitución pero no hay una ley que conecte estas dos realidades. Y en ello estamos.

Y el tercer gran foco de actuación en mi país es [el gigante norteamericano de la confección] GAP. El año pasado rescatamos en Delhi a doce niños esclavos que trabajaban para una empresa que trabajaba para GAP; hubo un gran escándalo mediático. Finalmente hemos conseguido que aprueben un programa de prevención que incluye planes educativos y de concienciación social en las áreas rurales, y también un mecanismo de monitorizaje efectivo. Ponerlo todo en marcha va a necesitar un tiempo.

¿Y a nivel internacional?

Ahora estamos centrados en la industria chocolatera. Soy miembro del consejo [rector] de una nueva iniciativa que pretende luchar contra el tráfico de niños y la esclavitud infantil en las plantaciones de cacao de Costa de Marfil y Ghana. Hace unos años, y gracias al impulso del Senado y el Congreso de los EUA, se firmó un protocolo [Protocolo Harkin-Engel, 2001] entre las principales compañías del sector -incluidas Nestlé, M&M Mars, Hershey’s, Cargill…-, los gobiernos de los países implicados y la sociedad civil, y estamos trabajando muy duramente en su total implementación.

La fabricación de alfombras había sido también un ámbito de denuncia…

Bueno, de hecho otro de los proyectos inmediatos que tenemos es la extensión a Afganistán de RugMark, una iniciativa que une a fabricantes de alfombras de India, Pakistán y Nepal comprometidos a erradicar el trabajo infantil en sus talleres a través de inspecciones independientes. Hasta ahora se han exportado a Europa y los EEUU más de cuatro millones de alfombras con el sello de calidad RugMark.

¿De qué otros progresos se siente orgulloso?

En India, especialmente, hemos labrado muchos éxitos. De entrada, hoy el trabajo infantil es un tema relevante en el discurso político. Lo es en el Parlamento, donde diputados de diferentes partidos han asumido una actitud de vigilancia y exigencia al gobierno, se está adaptando y mejorando el marco legal y jurídico, se dedica cada vez más presupuesto a su lucha y prevención. El único problema es la implementación real y efectiva de estos cambios. Pero la conciencia social al respecto ha mejorado mucho y eso es lo importante, porque cualquiera que sea la ley que un país tenga, su aplicación dependerá de la voluntad de sus ciudadanos.

El segundo gran éxito ha sido en el ámbito de la educación. Somos muchas organizaciones las que trabajamos en ello, pero creo que estamos consiguiendo que las familias entiendan el valor que supone para el futuro que sus hijos vayan a la escuela. El secreto del éxito económico de India yace en el conocimiento. Y me parece muy importante que los más pobres estén empezando a percibir que la educación no es sólo la puerta al trabajo, sino a la capacitación personal.

Kailash Satyarthi, Marcha Global Contra el Trabajo Infantil

Con cinco años descubrió las injusticias de la pobreza y del sistema de castas imperante en India. Su profesor le dijo que era ‘normal’ que, en vez de venir a clase, aquel niño limpiara zapatos, cada día, ante la puerta de su escuela, y a él le costó entender la explicación que le dio el padre del pequeño limpiabotas: ‘hemos nacido para trabajar’.

A los diez pasó a la acción: junto a un amigo, pidió a sus compañeros que le regalaran los libros de texto que ya no utilizaban para dárselos a los niños más pobres y evitar, así, su abandono escolar. Recogió más de 2.000 volúmenes y fundó un Banco de Libros en su ciudad, gestionado por profesores y directores de escuela. ‘Aquello me fortaleció, me hizo creer que todo es posible’, recuerda.

A los quince años plantó cara: era el centenario del nacimiento de Gandhi y después de escuchar cómo los líderes locales se llenaban la boca del legado del Mahatma, organizó una comida pública con intocables e invitó a todas aquellas personalidades. No vino ninguna. ‘Estaba tan avergonzado…’. Aquel gesto, además, le acarreó dolorosas consecuencias personales: los suyos renegaron de él porque se negó a purificarse. Durante años vivió en la casa familiar pero aislado de sus padres y hermanos, y a pesar de la inmensa tristeza -‘mi madre sufrió mucho’- no cedió en sus convicciones, al contrario: se autoexpulsó de su casta asignándose un nuevo apellido que significa estudiante de la verdad.

Y a los veinticinco descubrió la lucha que daría sentido a su vida: siendo redactor de una revista universitaria (estudió ingeniería informática) donde narraba historias de la pobreza en Delhi, un día le vino al encuentro un hombre, aún joven pero demacrado, buscando ayuda: hablaba de trabajo exhausto y de venta de niños. Con él descubrió la esclavitud moderna. Decidió que no bastaba con publicar su historia y se puso manos a la obra.

Kailash Satyarthi (1954) es el alma y el motor de la Marcha Global Contra el Trabajo Infantil, un movimiento civil de más de 2.000 ONG’s internacionales y con presencia en 140 países del mundo que lucha por el fin de la esclavitud infantil y la implantación universal de la educación. Global March ha conseguido marcar la agenda política mundial: en 1998, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aprobó la Convención Contra las Peores Formas de Trabajo Infantil -ratificada por 150 países- gracias a sus movilizaciones y marchas a pie multitudinarias (en 1995 organizó la primera manifestación, que recorrió más de 5.000 quilómetros de territorio indio).

En reconocimiento a su lucha directa e infatigable, la Fundación Alfonso Comín acaba de concederle su 25 Premio Internacional, que le entregó en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona la presidenta de la Fundación, Maria Lluïsa Oliveres.

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