Más de un cien millones de japoneses estaban llamados a las urnas para unas elecciones anticipadas que han sido convocadas a mitad de mandato por el primer ministro nipón, coincidiendo con la entrada en recesión de su economía y planteadas como un referéndum a sus políticas económicas.
Así, la participación ha sido del 52,7%, 6,6 puntos menos que en los comicios de 2012 y el mínimo registrado en Japón desde la Segunda Guerra Mundial, según una estimación de la agencia de noticias Kyodo. A falta de los resultados oficiales, el (PLD) ha logrado entre 275 y 306 diputados de los 475 que forman la Cámara Baja del Parlamento, según las primeras previsiones. Su socio de coalición en el gobierno, el budista Nuevo Komeito obtendría una treintena mientras que el principal partido de la oposición, el Partido Democrático de Japón (PDJ) se quedaría en una franja que va de los 60 a los 90 escaños, y podría mejorar sus resultados de 2012, cuando perdió el poder, entre otras cosas por su gestión de la crisis de Fukushima, y se quedó en 57 escaños.
Las reformas económicas que se conocen con el nombre de “Abenomics” consisten en tres medidas o “flechas”, en referencia a una antigua leyenda de Yamaguchi: una política monetaria expansiva, una política fiscal agresiva y reformas estructurales. A esta terna, hay que añadir la subida del impuesto sobre el consumo, hasta el 8%, que supuso el principal aumento del impuesto en 17 años y a la postre una de las principales causas de que la economía nipona se hay contraído.
La victoria ratifica de nuevo la política económica del LDP, pero obliga a Shinzo Abe a lanzar la tercera de las flechas de Abenomics: las reformas estructurales. Unas políticas que deben ayudar a Japón a superar algunos de sus principales problemas como son el envejecimiento de la población, el aumento de la competitividad y productividad en determinados sectores económicos, la reducción de la deuda pública, y el empoderamiento de la mujer.