25/05/2012 | Actualidad

La reciente clausura del proyecto expositivo, comisariado por Mercedes Vicente, del artista neozelandés nacido en Urenui, Taranaki, Aoteroa (Nueva Zelanda), es una oportunidad para recordar la recuperación de una obra, cuya naturaleza perecedera y ausencia de los circuitos comerciales del mercado del arte han dificultado su preservación. La conservación del arte hecho con los nuevos soportes y los nuevos sistemas de producción y distribución, junto con el uso extensivo de la informática y la electrónica en las prácticas artísticas contemporáneas, no sólo han replanteado la relación entre arte y tecnologías de la información sino también la definición del producto “arte” y prácticas interdisciplinares asociadas. En este sentido, el archivo ha pasado a tener una función clave para la conservación de las obras, con o sin manual de instrucciones, pero en forma de documentación, porque en muchos casos la materialidad de la obra pasa a un segundo plano. Este proyecto de exposición ha supuesto  un estímulo para la investigación de materiales dispersos y la reconstrucción de una trayectoria que hasta ahora ha pasado desapercibida, como ha sucedido con otros creadores de video, cuya aportación al medio se ha perdido. En el caso de Lange, son varios los factores que contribuyen a su desconocimiento, como el aislamiento que experimenta al volver a Nueva Zelanda en 1984, desapareciendo del contexto referencial en el que había desarrollado su obra. Obviamente, son muchos los motivos por los cuales se ha mantenido en silencio durante tanto tiempo, porque ha sido necesario contar con el apoyo del Darcy Lange Estate, el New Zealand Film Archive y la Gowett-Brewster Art Gallery, para redescubrir al público a este pionero del video en su país, donde durante las dos últimas décadas de su vida siguió poniendo en práctica el discurso social que mueve toda su obra.

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