China ha conseguido durante más de dos décadas un crecimiento económico anual alrededor de los dos dígitos, pero ¿a qué precio? Con la acelerada industrialización del país, siete de las diez ciudades más contaminadas del mundo son chinas. Las autoridades intentan ahora frenar esta tendencia sin perder competitividad, un objetivo nada fácil
China ha conseguido durante más de dos décadas un crecimiento económico anual alrededor de los dos dígitos, pero ¿a qué precio? Con la acelerada industrialización del país, siete de las diez ciudades más contaminadas del mundo son chinas. Las autoridades intentan ahora frenar esta tendencia sin perder competitividad, un objetivo nada fácil.
Una investigación de la Universidad de California sostiene que se han subestimado las emisiones de gases de efecto invernadero de China y que éstas ya son superiores a las de Estados Unidos, situándose así en el liderato mundial de la contaminación. Además, afirma que China incrementa cada año en un 11% sus emisiones de CO2.
Con una población de más de 1.300 millones de habitantes, las emisiones chinas de CO2 per cápita aún están lejos de las de los países más industrializados, como Australia o Estados Unidos, pero el crecimiento industrial del “país del centro” puede llegar a anular los esfuerzos de otros países por reducir la emisión de gases a la atmósfera.
Por este motivo, los miembros del G8 reunidos en Japón a principios de julio esperaban que los países emergentes se unieran a su poco concreto compromiso de reducir las emisiones al 50% para 2050. El presidente chino, Hu Jintao, les respondió sin embargo que su país no puede adherirse a esta limitación porque debe seguir desarrollándose. Hu recriminaba así que países desarrollados como Estados Unidos, que no habían firmado el Protocolo de Kyoto, exijan restricciones a su país. Pero la negativa a la propuesta del G8 no significa que China no sea consciente de su reto medioambiental.
El enorme consumo energético de la máquina industrial que representa China se sigue basando en el carbón. Aproximadamente el 60% de la energía del país procede del carbón local, que posee un alto índice de mercurio y azufre. Proliferan las centrales térmicas a lo largo del país, pero éstas no disponen de la infraestructura necesaria para filtrar los componentes contaminantes de sus emisiones y la lluvia ácida causada por éstas, que provoca una importante disminución de las cosechas y la degradación de la vegetación, podría afectar ya al 30% del territorio.
Los problemas medioambientales, además, empiezan a hacer mella en la salud de los habitantes de cada vez más regiones del país. Se estima que la polución causa 400.000 muertes prematuras al año y 75 millones de ataques de asma.
Medidas locales y puntuales para Pekín 2008
En los últimos años y con la proximidad de los Juegos Olímpicos en Pekín, el gobierno chino ha empezado a tener en cuenta estos problemas y a implantar medidas para mejorar la calidad del aire, especialmente en la capital y sede olímpica. Desde la proclamación de China como país organizador de los Juegos de 2008, el gobierno ha invertido alrededor de 17.000 millones de dólares americanos para intentar sanear el aire de Pekín. Según la prensa oficial china, con ello han conseguido tener ?cielo azul? 246 días en 2007, mientras que en 1998 sólo tenían 100.
Los Juegos han servido de catalizador para introducir nuevas políticas dirigidas a reducir la contaminación y aplicar nuevas normas como la ley que obliga a las industrias a informar sobre sus emisiones contaminantes, algo que hasta ahora se ignoraba.
Gracias al conjunto de iniciativas implantadas en Pekín, entre 1998 y 2007 el dióxido de azufre en el aire ha disminuido un 60%, el monóxido de carbono un 39% y el dióxido de nitrógeno un 10%, según los datos oficiales, muy positivos, de la Oficina de Protección del Medio Ambiente de Pekín.
Sin embargo, un estudio de Jennifer Turner y Linden Ellis para el Centro Internacional Woodrow Wilson, explica que cada día circulan en Pekín mil coches más que el día anterior. Se trata de una dinámica difícil de controlar por su magnitud y por la velocidad en que se está implantando entre la población, pero las autoridades intentan contrarrestarla con campañas para convencer a los pekineses de que reduzcan su uso del coche y utilicen otros tipos de transporte más favorables al medioambiente.
Otras medidas recientes se dirigen también en la misma dirección para que el aumento de vehículos no eche por tierra los esfuerzos realizados y que en Pekín se pueda respirar algo mejor, al menos, este verano. Entre estas disposiciones de última hora, se ha impulsado el transporte público, se han implantado energías limpias en la villa olímpica y se han modernizado o cerrado unas 200 fábricas de los alrededores (aunque algunas simplemente se han trasladado a otras partes del país con controles menos rígidos).
También se han retirado 2.300 coches, 1.500 autobuses y 2.000 taxis que no superaron los controles sobre los estándares de contaminación. Además, se ha puesto a disposición de los conductores gasolina menos contaminante, según las autoridades chinas.
La lucha contra la polución en Pekín no se ha limitado a las restricciones en las emisiones de gases contaminantes procedentes de vehículos, sino que también ha implicado el control y la restricción del polvo provocado por las obras, por lo que se han limitado las construcciones en los días de mal tiempo durante la primavera y se pararán totalmente entre el 20 de julio y el 21 de setiembre.
Las obras y construcciones son tan numerosas en la capital, que el polvo se ha convertido en uno de los principales enemigos de la calidad del aire. También se detendrán temporalmente las extracciones de minerales y las industrias más contaminantes deberán reducir sus emisiones en un 30%.
Pequeñas iniciativas, pero pocos cambios profundos
La mayoría de estas medidas, sin embargo, no son una apuesta a largo plazo por el respeto al medio ambiente sino medidas temporales y puntuales que se limitan a intentar ofrecer al mundo unos Juegos Olímpicos de calidad y que los atletas y sus marcas no se vean perjudicados. Los comités olímpicos de varios países participantes ya han expresado este temor.
Pero la polución del aire de Pekín no es el único problema medioambiental de China. Con la contaminación del 70% de los ríos y del suelo, la preservación del medio ambiente representa uno de los mayores desafíos a los que la administración china debe hacer frente de forma urgente.
De lo contrario, las consecuencias, locales y planetarias, pueden ser graves. El Observatorio de Hong Kong ya advierte que el invierno puede desaparecer en dos décadas. Ante este extremo, China no necesita una transición medioambiental, sino un cambio radical en su política energética.