Rama removió cielo y tierra para encontrar a su esposa y liberarla de las garras de Rawana. Con la ayuda de su inseparable hermano y otros personajes que conoció durante la búsqueda, derrotó al rey de los demonios, construyendo un puente para cruzar el mar hasta el reino de Alengka. Finalmente, Rama pudo volver y gobernar en Ayodya, en su reino.
El Kecak es una típica danza de la Isla de Bali, que se baila antes de la puesta del sol, y que refleja este momento del Ramayana. Abierta a los turistas, está formada por un grupo de treinta a cincuenta hombres que, con el torso desnudo y sentados en el suelo, forman círculos concéntricos alrededor de una lámpara de aceite. A diferencia de las otras danzas típicas de Bali como el Lagong o el Topeng, el Kecak se baila con la ausencia del acompañamiento musical del Gambelan. En vez de esto, son los mismos danzarines los que crean la música con su propia voz, al compás de una palabra que se va repitiendo: chak-chak-chak-chak…alzando los brazos al cielo, moviéndolos como olas, cada vez más rápido, cada vez más fuerte.
No es el Kecak el único ritual de los balineses, ya que forman parte de una sociedad plagada de tradiciones ancestrales que cumplen al pie de la letra. Y es que los balineses, además del calendario occidental, siguen su propio calendario de tradiciones, regido por la agricultura y las propias estaciones. Este calendario dictamina las fechas óptimas para la siembra y la recogida, pero también para acciones cotidianas como cortarse el pelo o pedir la mano. De ceremonias hay de todos los colores, desde la celebración del nacimiento de una criatura, la llegada a la pubertad, y la última de todas, la muerte, la más importante de todas, con los misterios que envuelven el tránsito a la otra vida.
El día de año nuevo balinés se llama Nyepi, y simboliza uno de los rituales más arraigados en la sociedad; es un día dedicado al descanso, en el cual no puedes hacer nada excepto meditar y reflexionar sobre las cosas buenas o malas del pasado año. Ni beber, ni comer, ni comprar o escuchar música, ni encender la luz ni el fuego, ni tampoco hablar. Es un canto a la tranquilidad, a la ausencia de cosas mundanas, a la ausencia de violencia. Y es que en Bali no hay violencia, allí sólo importa la seguridad, los colores, la fruta, la belleza.
Sea como fuere, a Bali se la conoce como la Isla de los Dioses. Lo que sí es cierto es que es la isla de los más de 100.000 templos, la isla de las playas de arena blanca al sur, y de arena negra al norte, de la retahíla de terrazas escalonadas de las plantaciones de arroz, la isla de la gente risueña. También es la isla donde el submarinismo se practica en una cárcel de arrecifes de corales y de tiburones que te observan, cerca de peces payaso y peces luna, y de barcos hundidos años atrás, como en Tulamben, donde descansa el Liberty, un barco americano que fue tocado y hundido durante la Segunda Guerra Mundial. Así es Bali.