¿Cómo y dónde buscamos certeza en nuestra vida? ¿Nos ocurre vernos inmersos en dudas de las que no logramos salir? ¿No sucede, quizá, que intentamos salir de la duda con los medios inadecuados de forma que, cuanto más tratamos de resolverla, con más fuerza nos envuelve?
Hay un terreno de la duda y un terreno de la certeza, nos dicen escépticos y budistas. A menudo, los confundimos. Lo cual acarrea no pocos problemas en nuestra vida. El terreno de lo discutible es el terreno de la duda: ahí es recomendable practicar la no adhesión al juicio, el desapego de lo que pensamos. La certeza es más íntima y personal, evidente y sin margen de duda, es una voz silente y sentida. Apegarnos a lo que pensamos, a nuestras creencias y modos de interpretar la realidad no sólo puede ser empobrecedor para nosotros, sino que trae consecuencias nefastas en nuestras relaciones con los demás.
Escépticos y budistas advierten que la realidad es en sí misma neutra, y que somos nosotros los que le atribuimos valores. Nada es bueno ni malo en sí mismo. ¿Imagináis la revolución en nuestras vidas, en nuestros conflictos internos e interpersonales si pusiéramos esto en práctica?
Escepticismo y budismo se nos presentan, pues, como guías para encontrar certeza y mantener relaciones no violentas con los demás y con uno mismo.
Madrid